Escuchar al otro, base de la comunicación y de la sociedad misma, es parte de la actividad cotidiana del médico también. La historia clínica, por ejemplo, se construye a partir de la entrevista que el médico sostiene con el paciente. En donde éste conduce y descarta la información para el diagnóstico, pero ¿qué narrativas quedan relegadas en esta selección?

Paciente, viene del latín patiens, que significa sufrir o aguantar. El paciente es la persona que sufre, pero también que espera a ser atendido. De tal modo que, a diferencia de la palabra “enfermo”, el paciente está ligado a quien lo atiende, quien lo cura, que es el médico.

Así, el médico sostiene con su paciente un diálogo en donde éste le expresa sus síntomas y lo relacionado con su malestar, es decir, una entrevista de donde se construye la historia clínica y, por tanto, la construcción de uno o varios diagnósticos sobre una o varias enfermedades.

De una manera similar, la labor del antropólogo incluye las entrevistas a profundidad, como una herramienta de investigación que permite un acercamiento a la realidad de la otredad y deriva en un documento amplio y biográfico sobre el entrevistado, llamado historia de vida.

En ella, se destaca la parte biográfica de la persona; “ya no vemos la enfermedad, sino el padecer”. Es decir, al paciente como una persona que puede o no tener una enfermedad y que hace una narrativa de su padecer, que no sólo habla de un “sufrimiento individual, sino social, el sufrimiento colectivo”, señala el doctor Roberto Campos Navarro, coordinador de Maestría y Doctorado de Antropología en la Salud del área de Sociomedicina, que depende del Posgrado de Ciencias Médicas, Odontológicas y de la Salud de la UNAM.

A diferencia de ésta, la historia clínica es “un documento muy acotado, reducido, interpretado y reinterpretado, que permanece como verdadero y relevante” para el médico, aunque muy disminuido ante el discurso del paciente.

La historia clínica da como resultado el estudio de la enfermedad, y su inclusión en una clasificación internacional de enfermedades, sin embargo, desaparecen muchos saberes y prácticas de la gente porque no se encuentran contemplados como conocimientos autorizados.

“Los datos de la historia clínica son incuestionables porque son dados por el experto, y el experto es quien estudió Medicina. En cambio, del otro lado, el discurso biográfico es cuestionado y cuestionable por provenir de un lego; es decir, alguien que no sabe de la Medicina y que, en ocasiones, esta narrativa está contaminada con la medicalización y utiliza palabras que son de la Biomedicina”, refiere el doctor Campos Navarro.

En la historia clínica, se minimiza la trayectoria ante la enfermedad, “no importa qué se hizo antes, porque se supone que ya está dentro de la Biomedicina y eso es lo que va a dar la respuesta”, mientras que en la historia de vida es importante “entender la participación de todos los recursos materiales, humanos y simbólicos, que se han utilizado para llegar a estar sanos”.

Es claro que, hasta ahora, la historia de vida no ha sido un recurso práctico para la clínica, sin embargo, “la búsqueda de empatía con el otro, la escucha de la conversación, el acompañamiento a la persona, que no solamente tiene enfermedad, sino padecimiento”, es una aportación de la Antropología para ver la Medicina de otra manera, con una visión más humanista. Como escribió, aproximadamente 150 años aC, el dramaturgo latino Plubio Terencio: “soy humano y nada humano me es ajeno”.

Mariana Montiel