Perdí el pasado y el futuro. Ambos son irreales. Que si la prótesis, la operación. Que si cuando no me dolía. Ya no soy así y no seré de otra manera. No lo puedo imaginar. Soy este presente raro y largo que no me permite ver hacia dónde se dirige.

 

Diario del dolor, es un libro de 2004, escrito por la mexicana María Luisa Puga (1944-2004), quien padeció artritis reumatoide y dejó constancia en papel de “la otra cara” del conocimiento médico: lo que sufre el mismo paciente.

El doctor José Luis Díaz Gómez, investigador del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina de la Facultad de Medicina, señala que, por una parte, está “la idea de que existen enfermedades, lesiones de tipo biológico que presentan características similares, con la objetividad que arroja el método científico tradicional, pero también hay que reconocer que hay un padecimiento del enfermo. Tiene una queja, tiene una falta, tiene un sufrimiento personal, en primera persona”.

De acuerdo con el doctor Díaz Gómez, la epistemología del conocimiento médico, es decir, la forma de acceder a este saber, se realiza en primera, segunda y tercera persona: paciente, médico y saberes.

En primera instancia, el paciente vive el síntoma, un estado de conciencia, la experiencia del dolor. Gracias a él llega una forma de conocimiento, una narrativa, una valoración de su sentir.

“De hecho, muchas veces antes de acudir a un especialista o a un médico o curandero, intenta resolver su problema utilizando un tipo de conocimiento derivado de su propia experiencia y personalidad. Es capaz de hacer una serie de movimientos para resolver sus problemas médicos personalmente”.

En tanto, la patología se refiere a métodos en tercera persona, en donde el médico opera “como un biólogo especializado que levanta información sobre un trastorno biológico, tratando de entender la sintomatología, los signos que recoge un paciente en términos de padecimientos establecidos, mediante la semiología”.

Pareciera que, entre una y otra persona, entre una y otra epistemología, hay incompatibilidad, pero es justo entre ambas que ocurre el conocimiento médico, a partir del encuentro cara a cara, en donde se establece un pacto de confianza entre médico y paciente.

“La confianza del paciente forma parte biológica de la curación misma. En el proceso de ésta interviene el factor de confianza que se traduce en una serie de elementos biológicos, inmunológicos y neuroendocrinológicos que favorecen la curación. El efecto nocebo es el caso contrario. Si el paciente piensa que se va a enfermar más o que no va a tener éxito, probablemente esto ocurra”.

Cultura, comunicación y Medicina

Este pacto de confianza sólo sucede cuando paciente y médico comparten un contexto cultural: símbolos y signos de una misma cosmovisión, un cúmulo de creencias, perspectivas, mitos, comportamientos sociales aceptables, ciencias, artes, valores, instrumentos y símbolos en un tiempo acotado.

Este proceso implica una “hermenéutica médica”, una interpretación que hace el especialista de lo que el sujeto siente, no solamente por el diálogo, sino por la observación de las conductas, habilidades que va adquiriendo durante su práctica diaria. “Valora, a partir de las lesiones, la historia, la personalidad, las intenciones y los intereses, lo que se necesite para ayudar al paciente más allá de la evidencia biológica”, explica el doctor Díaz Gómez.

En última instancia, la práctica clínica es comunicación interpersonal. “Sigue ciertas reglas metódicas que tienen que ver con el tacto, el trato social, la entrevista, el historial clínico, la exploración física. Hay un sistema que está operando que tiene que ver con la alteridad. En los dos casos, tanto del paciente como del médico, hay un entendimiento de lo que es el otro, de lo que otro sabe”.