En el medio ambiente el aire que se inhala se compone de oxígeno y nitrógeno principalmente, sin embargo, existen otros compuestos que, dependiendo del entorno en el que se trabaje, pueden llegar a ser perjudiciales para la salud y que, a pesar de que el cuerpo humano cuente con barreras propias para protegerse de contaminantes, aquellos que se encuentran por debajo de las 10 micras pasan directamente al alveolo del pulmón, volviéndose peligrosos para la salud.

Derivado de las diversas actividades realizadas en el campo de la investigación, estamos expuestos diariamente a diversas sustancias químicas y microorganismos patógenos que son causantes de daños a la salud, por lo que es importante elegir el respirador adecuado.

Por ello, durante la plática “Uso correcto de respiradores”, organizada por la División de Investigación de la Facultad de Medicina, la doctora Rosa María Wong Chew, jefa de la Subdivisión de Investigación Clínica, resaltó que esta actividad se organizó como parte de los cursos de educación continua que realiza la Comisión de Bioseguridad para promover rácticas que mejoren las condiciones de bioseguridad y protección de todos los usuarios de los diferentes laboratorios y la comunidad en general de esta dependencia.

En el auditorio “Doctor Alberto Guevara Rojas”, los ingenieros Carlos Palmos Peniche y José Adrián Vega Monter, de la empresa 3M, explicaron que las personas pueden cuidar su salud mediante el uso de respiradores que, al igual que los cubrebocas, son una barrera contra salpicaduras y gotas grandes, pero incluyen un diseño que permite sellar para proteger contra ciertos contaminantes y disminuir el riesgo de contagio aéreo.

Al respecto se han identificado elementos que pueden generar problemas respiratorios, clasificados en dos bloques principales: moléculas que incluyen gases y vapores; y partículas donde se enmarcan polvos, neblinas y humos; como los generados por las sustancias para procesamiento de tejidos, la cauterización láser y los bioaerosoles producidos al hablar, toser o estornudar.

También, hay un riesgo latente de contagio: por vía aérea, donde el agente infeccioso puede ser inhalado a grandes distancias, o por gotas que implica la transmisión al tener contacto directo.

Durante la actividad, que incluyó una sesión práctica para conocer el funcionamiento de los respiradores, sus ajustes de acuerdo a la forma del rostro y la manera correcta de desmontarlos, los especialistas describieron los diferentes tipos que hay; dentro de los más comunes están los N95, N99 y N100, donde el número se refiere a la eficiencia, es decir, a mayor número más protección, y la letra habla de la resistencia (R) o no (N) al aceite. Además, existen aquellos que manejan presiones para mejorar la comodidad del usuario y la calidad del aire.

“Evidentemente no hay un equipo que proteja al 100 por ciento, siempre existirá un riesgo y lo que se trata es de disminuirlo. No basta con que las personas, instituciones o empresas adquieran el respirador, hay que verificar que la gente lo use correctamente. Un cubrebocas a pesar de ser útil, no te va a proteger en todos los casos, de ahí la importancia de identificar en qué momento utilizar otro tipo de protección”, manifestó el ingeniero Palmos Peniche.

Mariluz Morales