Los pintores nórdicos tenían un ojo que les permitía observar la vastedad del mundo, la grandiosidad del universo y los detalles más diminutos de la realidad visible. Johannes Vermeer fue un gran representante del arte holandés del barroco, pintó entre 30 y 35 obras, en las que plasmó paisajes de su ciudad, escenas de su casa y de la vida cotidiana; representaba pequeños detalles que denotaban que era un observador minucioso, lo cual lograba engañar a la mirada y dar la sensación de que lo que se observaba era real.

El pintor se dedicaba mucho tiempo a preparar los óleos perfectos; según la luz, transformaba los tonos de los objetos del momento que quería plasmar sobre su lienzo. El pintor usaba un cuarto oscuro, un aparato que dio inicio a la fotografía, y permitía el paso de la luz por un orificio al cual iba acoplada una lente al interior de una caja o habitación oscura proyectando sobre una superficie la imagen del mundo exterior, esto le ayudaba a perfeccionar el tono del objeto.

“Vermeer era un hombre que sorprendió por la calidad de sus obras, él seguía la tradición de la pintura del interior, de rescatar la vida cotidiana dentro de sus temas con una calidad extrema”, explicó la maestra Nuria Galland Camacho, coordinadora de Servicios Pedagógicos y Contenidos Académicos del Palacio de la Escuela de Medicina.

Johannes Vermeer observaba mucho el mundo femenino, el tema principal de sus obras era la mujer observada y como objeto de atención del hombre. Él se diferenció de otros artistas porque en sus obras no hay un deseo erótico como en aquellos que desarrollaron la desnudez femenina. “La pintura nórdica apelaba a la mirada, no implicaba la razón, provocaba que la mirada quedara hipnótica y que cualquiera se perdiera en los detalles de la vida cotidiana, la mayoría no se basaba en acontecimientos nobles del ser humano, sino en el día a día. Vermeer evitaba la anécdota y logró dar a sus cuadros un ambiente atemporal”, afirmó la especialista durante el curso-taller de Historia del Arte transmitido por Facebook Live de la Facultad de Medicina.

Algunas de las obras de Vermeer tienen un valor simbólico, donde se refleja que Holanda en ese entonces era una república protestante y calvinista, por lo cual no estaban permitidos los cuadros sacros.             

Una de sus pinturas más famosas es La joven de la perla, de la cual se escribió la novela y se produjo la película del mismo nombre; Vermeer destaca en esta obra la belleza femenina y de la joya que porta, resaltándolas en un fondo negro.

La maestra Galland concluyó su plática destacando el libro El arte de describir. El arte holandés en el siglo XVII de Svetlana Alpers, explicando que en él «se habla no sólo de la obra de Vermeer, sino también de los maestros contemporáneos, de esta renuncia a la posibilidad narrativa, de este énfasis a esa pintura que describe la realidad visual con maestría».

Axel Torres