Este año, el confinamiento debido a la COVID-19, ha traído nuevos retos en el ámbito de la salud mental al demostrar la necesidad de tener acceso al apoyo psicoemocional en todos los niveles de atención.

“Necesitamos aprovechar la conciencia, generada en los últimos meses, de la importancia de la enfermedad mental para generar los recursos que garanticen bienestar y resiliencia de la población, así como la prevención y el tratamiento de quien lo necesite, de manera que abarque a todo su ciclo vital”, destacó la doctora María Elena Medina-Mora Icaza, jefa del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Durante la primera sesión de las Jornadas Académicas de Salud Mental, en el marco del Día Mundial de la Salud Mental, la doctora Medina-Mora Icaza dictó la conferencia magistral “Realidades sociales actuales, mayor inversión, mayor acceso”, donde destacó la necesidad de invertir más presupuesto en este rubro, pues hay evidencia de que por cada dólar utilizado en el sector hay un retorno de inversión de 5 dólares; en el caso de la drogodependencia, se ganan hasta 6 dólares.

“La brecha de atención es muy alta, 8 de cada 10 personas no recibe ayuda, ésta es la situación que observamos en México. Cuando la ansiedad y la depresión no son tratadas tienen un costo altísimo en la economía mundial y, a pesar de saberlo, el presupuesto de salud a estos problemas es muy bajo, con apenas el 2 por ciento del gasto mundial”, indicó la especialista.

Además, hay determinantes sociales que afectan a la salud mental de los individuos como el cultural-social, que incluyen acceso a vivienda digna, a educación, al empleo y apoyo social; el ambiental, que se refiere a los traumas generados por guerras, epidemias o desastres; el vecindario, relacionado con el ambiente construido y la seguridad del escenario en donde crecen los individuos; el económico, que impacta en el bienestar por las vicisitudes diarias y la desesperanza con que se asocia la pobreza; y el demográfico, como la sobrecarga de trabajo sobre la mujer, la violencia de pareja o la discriminación.

Todos estos problemas, comentó la especialista, se hicieron más visibles durante el encierro por la pandemia, que ha afectado más a quienes tienen menos recursos, agravados por la incertidumbre sobre la vacuna, el aumento en el desempleo, el crecimiento en la violencia doméstica, el abuso de niños y adolescentes, el uso de sustancias, entre otros.

«Para combatir al virus tenemos que cambiar, remplazar el miedo por acciones personales y comunitarias, es decir cuidarnos a nosotros, porque también así cuidamos a los demás. Desde luego involucrar a toda la comunidad en este trabajo con una respuesta no nada más sanitaria, sino de resiliencia».

Dra. María Elena Medina-Mora Icaza

Como profesionales de la salud “debemos conocer a la población a la que nos dirigimos y trabajar con ella para trascender las recomendaciones sanitarias; trabajar con la resiliencia de las comunidades y que ésta sustituya la desesperanza; evitar la sobrecarga, incluir mensajes positivos y esperanzadores, y construir confianza”, recomendó la doctora Medina-Mora Icaza.

Eric Ramírez