Claude Gellée o Claudio de Lorena fue un pintor francés que nació en 1600 en un ámbito rural y siendo muy niño quedó huérfano, por lo que emprende un viaje con un grupo de pasteleros de la región de Lorena hacia Roma e inicia su trabajo en las cocinas de gente poderosa como el Cavaliere d’Arpino, quien era famoso por haber sido protector de distintos artistas, y de ahí va a la cocina de Agostino Tassi, quien lo recluta para trabajar en su taller moliendo pigmentos, donde se inicia en la pintura.

“La característica principal de la obra de Claudio de Lorena es que incursiona en un género que hasta ese momento no era tratado de manera autónoma, el paisaje no se había liberado de la figura humana en el Renacimiento, sino que se utilizaba como el escenario en donde la figura humana narraba historias; sin embargo, él es de los pioneros que abre la posibilidad de que el paisaje sea un género en sí mismo”, indicó la maestra Nuria Galland Camacho, Responsable de Servicios Pedagógicos y Contenidos Académicos del Palacio de la Escuela de Medicina.

Durante el Curso-taller de Historia del Arte, transmitido por Facebook Live de la Facultad de Medicina de la UNAM, la experta explicó que en la obra de Claudio de Lorena se aprecian escenas marinas fantásticas, con navíos que provienen de lugares distantes, donde, por primera vez, el sol se puede poner de frente en la pintura gracias a una niebla de calidad poética que baña las escenas y que permite al espectador ver estos contrastes de luz y sombra.

Ello se puede apreciar en la obra Puerto con el embarque de Santa Úrsula, la cual está dedicada a una mártir, sin embargo, hay poco interés por lo argumental dentro de su obra, lo que más importa son los paisajes colosales que retoma de sus excursiones al aire libre y que después sintetiza en cada una de sus pinturas, las cuales están conformadas como si fuesen escenarios en donde se aprecian distintos niveles.

Según su biógrafo Filippo Baldinucci, Claudio de Lorena tenía 30 años cuando empezaron a acudir a su taller personajes de alta condición económica y política, quienes adquirieron sus obras por un alto precio, por lo que era difícil ser propietario de una de ellas, y lo más sorprendente era que solían venderse en par: una marina y un paisaje terrestre. Era tal la fama que tenía el artista que en algún momento decidió hacer el libro de la verdad; hacia 1635 empezó a hacer un registro muy puntual de sus obras, con datos muy precisos de quién se las compró y la fecha de adquisición, protegiendo así a los propietarios de las obras legítimas, debido a la gran cantidad de imitadores que tuvo.

Finalmente, la maestra Galland Camacho mencionó que el influjo de Claudio de Lorena no sólo tuvo una gran repercusión en el arte de su tiempo, sino también fue un claro referente de los pintores paisajistas románticos como William Turner, y de Claude Monet dentro del Impresionismo.

Janet Aguilar