La película Historias cruzadas muestra múltiples contrastes y tensiones derivadas de opresiones que confluyen en las historias de mujeres jóvenes y adultas, solteras y casadas, en la época de los años sesenta, década donde la lucha por los derechos civiles y políticos de la comunidad negra en Estados Unidos se hacía incontenible.

Para analizarla, en la cuarta sesión del “Cinedebate” del Programa de Estudios de Género en Salud de la Facultad de Medicina de la UNAM se exploraron algunos conceptos que permitieron mirarla desde la perspectiva de género en salud.

La película muestra la complejidad emotiva de las redes de apoyo que se construyen a partir de lo que se espera de las mujeres en contextos específicos. Así, las mujeres con las que inicia la película son de clase media-alta norteamericana que tienen la presión por cubrir ciertos estándares sociales, perfiles de las edades de casamiento, la maternidad y la necesidad de tener un servicio doméstico que cubra el trabajo de cuidados, crianza, limpieza y cocina, explicó la maestra Serena Chew, Académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la máxima casa de estudios.

Asimismo, comentó que se puede observar violencia estructural cuando las mujeres compiten entre sí por ser mejores en los ámbitos económico, racial y social, precisamente porque esas formas de jerarquizarlas en la realidad histórica que comparten las personajes no es fácilmente evitable. Asimismo, se toca de manera superficial la violencia explícita con el personaje de Minny, cuando el esposo la golpea y posteriormente se habla poco de ello con los demás personajes.

La interseccionalidad en las diversas esferas de la vida de las mujeres, tanto en la vida privada como en la pública, nos permite dejar de «naturalizar» la desigualdad social en los papeles que cada personaje juega en la película y que refuerzan e invisibilizan los estereotipos sobre los lugares que ocupa cada persona en su pertenencia étnica, condición social y ubicación de clase.

“En este largometraje no podemos quedarnos con la idea de que las mujeres blancas son las que rescatan a las mujeres negras, por el contrario, hay que mirarlo de manera contextual: las luchas y los movimientos sociales cambian constantemente, y en ciertos momentos hay acciones que se tienen que observar como alianzas interseccionales que permiten fortalecer derechos, que con el tiempo se irán complejizando, pero que en un inicio permiten contrarrestar las diversas formas de explotación y desvalorización hacia las mujeres”, indicó la especialista al señalar en ello la importancia de la solidaridad y la sororidad que se muestra en la cinta.

Hoy en día, “estos avances nos permiten mirar con ojo crítico la manera en que se ‘naturaliza la desigualdad estructural’, cuestionar por qué en la actualidad se mantienen ciertos estereotipos en los papeles que ocupan las personas negras, o las personas de nacionalidades o etnias no hegemónicas y, en general, las mujeres en el cine. Al final, nos permite cuestionar porqué mantenemos narrativas de la literatura de los siglos XIX y XX con estereotipos que fomentan la discriminación y la exclusión y porqué no hemos sido capaces de mirarnos desde otros espacios de reconocimiento”, concluyó la maestra Chew.

Eric Ramírez