Las sufragistas es una película que narra la historia de las primeras participantes en el movimiento británico en favor del sufragio femenino de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, o también conocido como la primera ola del feminismo en la región.

“La primera ola (del feminismo), que sería en la que se contextualiza esta película, tiene como objetivo principal el derecho al voto y el derecho a otras cosas como los hijos, los bienes patrimoniales o la igualdad frente a los hombres en términos de la ley. Fue una época en la que se buscó igualdad jurídica, el acceso a los mínimos derechos y el no estar a cargo de un varón que fuera su padre, su hermano, su esposo, e incluso sus hijos varones”, explicó la maestra Ilady Abril Torres Sánchez, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Durante el Cinedebate, organizado por el Programa de Estudios de Género en Salud, donde se analizó esta película, la especialista resaltó que es muy vigente esta idea de que las mujeres no deberían tener acceso a ciertos espacios, porque su cualidad de mujeres las hace menos, y la podemos observar en lugares universitarios, políticos, deportivos y más. “Quizá ya no caemos en comentarios absurdos como ‘las mujeres son menos inteligentes o racionales que los hombres’; pero sí hay una concepción de que pensamos diferente de acuerdo al género. Todavía hay una resistencia a aceptar que esos pensamientos son simplemente la sociabilización que tenemos desde la niñez y sobre el cómo nos educaron”, indicó la especialista.

Por otro lado, se reprodujeron fragmentos de la película que se analizaron en tiempo real. Entre ellos se encontró la frase, dicha por un hombre, “Si les damos el voto, equivaldrá a la pérdida de la estructura social”, a lo que la maestra Torres Sánchez reflexionó que era cierto, pero únicamente porque la estructura era, y es, patriarcal y misógina. De tal forma que si en esa estructura las mujeres valen menos, las relaciones se distribuirán de la misma manera, por ejemplo con los derechos o el acceso a bienes materiales.

“El miedo, rechazo y resistencia a que las mujeres accedan a ciertos espacios existe y sigue vigente, y quizá ya no se manifiesta en rechazar el derecho al voto, pero sí de otras formas. Es una discriminación más matizada o quizá menos evidente, pero que cotidianamente las mujeres vivimos en el día a día. Hay profesiones muy masculinizadas en donde tenemos que adoptar ciertas conductas masculinas o determinadas reglas de convivencia para poder ejercerlas”, dijo.

Finalmente, mencionó que el problema no es individual, sino de la estructura y no basta con tener cuotas de género en legislaturas, cámaras o gobiernos, sino se debe trabajar desde una perspectiva de género que busque siempre el bien común, así como resolver los problemas sobre las brechas de género en diversos ámbitos. “Al día de hoy, hay que replantearnos qué implica tener ese poder en una estructura en la que se privilegia la masculinización de las mujeres”, concluyó.

Eric Ramírez