La ópera no nació como un género musical, sino como uno dramático que se apoyó en la melodía. Como señala el músico y crítico Gerardo Kleinburg, uno de los primeros textos operísticos, cuyo mito resultó fundacional para la ópera, es “La fábula de Orfeo” de Alessandro Striggio y Claudio Monteverdi.

Al igual que un médico, Orfeo rescata a una mujer de la muerte, pero usando su voz. De acuerdo con el exdirector artístico de la Compañía Nacional de Ópera de México, estos cantantes aprenden su oficio, lo entienden y transmiten a través de metáforas: “Todo el mundo puede saber qué es ‘una voz brillante’, ‘clara’, ‘pesada’, ‘oscura’, pero nadie ha pesado ‘medio kilo de voz’ y nadie ha visto cómo ‘se enciende’ una voz”.

Sin embargo, esta compleja y maravillosa función humana es realizada gracias al aparato fonador conformado por el diafragma, los pulmones, la tráquea, la lengua, los labios, los dientes, la nariz, los senos frontales, las cavidades paranasales, la faringe y la laringe, “que es el órgano fonador por excelencia”, menciona el doctor Rogelio Chavolla Magaña, secretario Académico de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina.

En el marco del Día Mundial de la Voz, 16 de abril, el otorrinolaringólogo explica que ésta “se emite a través de un fuelle en los pulmones, activado por los músculos torácicos y abdominales, que expulsan el aire que pasa a través de la laringe. Ahí se forman dos pliegues de cada lado, que se conocen como cuerdas vocales […] Una vez que se produce esa vibración, atraviesa por otras cavidades; la primera y más importante va a ser la garganta con la lengua”.

Entre la voz hablada y el canto existen diferencias, por lo que un buen cantante se transforma en “un verdadero atleta de la laringe”, ya que “tiene que ejercitar la manera de respirar, de guardar el aire en los pulmones y de expirar, porque eso es lo que le permitirá mantener las notas de las cuerdas vocales”.

A diferencia de la voz hablada, en el canto se tienen parámetros muy precisos de altura; se da mayor importancia a las vocales que a las consonantes, y se puede alcanzar una intensidad de variación de 40 a 120 decibeles, mientras que en una conversación normal oscila entre los 35 y 40 decibeles.

Para ser cantante se requiere un entrenamiento preciso, pues de ello depende la salud de la laringe, “si no canta en el tono que le corresponde, no alcanza las notas y se pone ronco (disfonía) como consecuencia, a la larga, va a desarrollar enfermedades en sus cuerdas vocales”, advierte el doctor Chavolla Magaña.

Además de los otorrinolaringólos, existen los foniatras, especialistas que tienen la capacidad de rehabilitar a estos pacientes. “Hacen una serie de estudios donde evalúan cómo están las cuerdas vocales y, si saben que están cantando en una tesitura que no les corresponde, dan ejercicios para que lo hagan en su tono, aprovechen su voz, mejoren su capacidad de fonación y no se lastimen”.

El cantante que “descubrió” la laringe

La voz fue el primer instrumento musical en la historia de la humanidad. Todas las culturas desde la antigüedad han cantado, sin embargo, los estudios sobre la voz comenzaron desde el siglo XVII, con la ópera y los grandes maestros, aunque la enseñanza era muy empírica.

La primera persona en ver la laringe en el siglo XIX no fue un médico, sino un barítono español y maestro de canto llamado Manuel García, quien diseñó con un espejo el laringoscopio, con el que pudo observar su glotis abierta. “A él se le debe la exploración de la laringe e, incluso, está reconocido en la Real Academia de Londres, donde publicó sus trabajos”, refiere el especialista.