La personalidad se define a partir del temperamento -características biológicas- y el carácter –vinculado con el entorno psicosocial- del individuo. “Cuando éstos no nos permiten adaptarnos al medio y resolver dificultades, es decir,  si sus características son disfuncionales, hablamos de trastornos de personalidad”, explicó el doctor Manuel Alejandro Muñoz Suárez, subdirector de Hospitalización del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”.

En la quinta sesión de preguntas y respuestas del foro “Todo lo que siempre quisiste saber y no te atrevías a preguntar”, organizado por el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, indicó que para su desarrollo, debe alterarse tanto la parte temperamental, como la caracterológica. Los más frecuentes son diez y se clasifican en tres grupos de acuerdo a sus características:

Grupo A: Conducta extravagante, como el paranoide, el esquizoide y el ezquizotípico.

Grupo B: Son los más comunes y producen conductas autolesivas e inestabilidad emocional; también son llamados erráticos emocionales. Entre ellos se encuentran: el histriónico, el antisocial, el narcisista y el limítrofe.

Grupo C: Mal manejo de la ansiedad, como el levitativo, el dependiente y el obsesivo-compulsivo.

Su diagnóstico se realiza después de los 18 años, sin embargo, durante la infancia y/o adolescencia se observan manifestaciones precoces; su  tratamiento requiere de fármacos y de la psicoterapia. “Es un problema crónico cuyos síntomas disfuncionales pueden estabilizarse”, agregó el doctor Muñoz Suárez.

“Los trastornos de personalidad suelen confundirse con cuadros de bipolaridad o depresión; incluso hay quienes piensan que se trata de un berrinche”, indicó tras concluir que, al manifestarse paulatinamente, “su atención oportuna, reduce las limitaciones en la funcionalidad del paciente”.

Valeria Cuatecatl