Valorar la vida, repensar la muerte. Entre obras célebres y rostros lúgubres, los coros hermanos de las facultades de Química (Alquimistas), de Ingeniería (Ars Iovialis) y de Medicina (Aliis Vivere) presentaron, acompañados de la Orquesta de Cámara de Minería, una antología de canciones de muerte dirigidas por la batuta del maestro Óscar Herrera.

La “Marcha Fúnebre”, de Benjamín Britten fue la primera pieza que resonó en el auditorio “Doctor Raoul Fournier Villada” de la Facultad de Medicina, que entre máscaras y disfraces deleitó al público presente con obras como “La muerte de Ase” de Edvard Grieg, “Danse macabre” de Camille Saint-Saëns, “Recuérdame” de Kristen Anderson-Lopez, y “Dios nunca muere” de Macedonio Alcalá.

Con estos cantos mortuorios, los intérpretes contaron historias como el funeral de Eurídice, esposa de Orfeo, que, según la mitología griega, cuando tocaba su lira, “las fieras se calmaban y los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar sus almas” en “Ah! se intorno a quest`urna funesta” de Christoph Willibald Gluck.

También narraron cómo un ex novio muerto visita a su amada viva en “Der Tote Knabe” de Johannes Brahms. Con la Misa de Difuntos de Wolfgang Amadeus Mozart y el público de pie, se rindió homenaje a los muertos, haciendo un recuerdo especial de los estudiantes caídos hace 50 años en Tlatelolco.

Con notas lentas y voces fuertes, en el Concierto de Día de Muertos se recordó que la muerte se puede reflexionar y representar con la música coral.

 

Samedi Aguirre