Rembrandt Harmenszoon van Rijn nació en Leiden el 15 de julio de 1606 y murió en Ámsterdam el 4 de octubre de 1669; fue hijo de un adinerado molinero y desde muy pequeño demostró tener la vocación de ser pintor, aprendió latín, que era el idioma del conocimiento, y en la palabra escrita encontró la fuente del conocimiento, así, con su imaginación reflejó temas históricos altamente narrativos.

“Observamos un autorretrato en un estudio muy sobrio, nos llama la atención la figura pequeña, poco enaltecida y a la que rara vez se le ven los ojos, rompiendo la tradición de la pintura nórdica de las vanitas, que se dedican al control preciso del pincel; pero en su caso, con su escasa paleta cromática y una línea que se difumina, nos revela otros intereses distintos a la pintura nórdica”, señaló la maestra Nuria Galland, coordinadora de Servicios Pedagógicos y Contenidos Académicos del Palacio de la Escuela de Medicina.

En la vida diaria, señaló, Rembrandt reflejó su gusto por los libros, ya que era un ávido comprador y coleccionista de ellos y de un sinfín de objetos, y destacó que esto era parte de la vitalidad que existía en el norte de Europa, donde se vivía el mercantilismo, la idea de la colección y del apego hacia la parte material de la vida, que les daba a las personas cierta estabilidad ante tanta ambivalencia.

“Otro aspecto importante en la obra de Rembrandt es la revolución y la renuncia a la tradición pictórica del norte de la Europa protestante, donde tenían restringidas las obras de temáticas religiosas, de ahí que la vida diaria, los bodegones, las vanitas y los paisajes hayan sido los temas más representados; sin embargo, Rembrandt siempre tuvo un gran interés por la cultura narrativa, el antiguo testamento y la comunidad judía, y así vemos en El rabino viejo de 1642 a un solemne personaje con la mirada perdida, reflejando la revolución que existe en el interior y que se detona en la palabra escrita, que es este libro que representa la sabiduría de su pueblo”, apuntó la experta.

Durante el Curso-taller de Historia del Arte “Rembrandt, pintor que desconfiaba de la vista”, transmitido por Facebook Live de la Facultad de Medicina, la maestra Galland destacó que esta temática se abordó ampliamente en su obra, donde representó a su hijo estudiando, con la mirada perdida en aquello que está aconteciendo en su interior o en sus autorretratos en los que aparece con los ojos velados y un rostro misterioso dominado por claroscuros para señalar que desde pequeño la mirada no fue la que le reveló el mundo.

“En la obra La conspiración de Julius Civilis,encargada por el gobierno para celebrar la conspiración del pueblo de esta región hacia el imperio romano, que no pudo conquistar esta zona, vemos al gran patriarca que carece de visión con una espada, símbolo de valor y templanza, donde la iluminación nace de la mesa, como si se tratara de la propia conspiración; esto resulta tan revolucionario que rompe con la línea, el dibujo, la proporción y la belleza, por lo que fue rechazada debido al esfuerzo tan grande que representaba para el espectador”, añadió.

Finalmente, la experta señaló que, hacia el final de su vida, después de haber caído en la desgracia de grandes pérdidas, en su autorretrato de 1668 se observa a un Rembrandt que surge de la oscuridad y que mira a los expectadores, complacido con su vida y con su proceso artístico. 

Victor Rubio