Entre bacterias y humanos existe una relación inseparable. Mientras que el microbioma humano tiene más de un millón de genes, el genoma humano sólo cuenta con 23 mil genes; además, se dice que en el cuerpo humano existen 10 veces más células del microbioma que células del propio cuerpo, pero la información más reciente es de 1.1.

De forma habitual existe una microbiota específica de bacterias y hongos en cada región corporal, gracias a que el sistema inmune se ha especializado para convivir con algunos microorganismos, como es el caso de la piel, que es lo que sucede con un ecosistema en donde se puede establecer una biodiversidad, que puede ser de tres tipos: alfa, en la que sólo existe un grupo de bacterias en un área localizada; beta, donde conviven dos grupos en diferentes regiones, y gamma, donde se habla de una totalidad, como es el caso del cuerpo humano”, destacó el doctor José Luis Aguilar Ponce, oncólogo médico del Instituto Nacional de Cancerología.

Asimismo, señaló que la microbiota intestinal contribuye a evitar la colonización a través de cuatro mecanismos: inhibiendo directamente a las bacterias vecinas, manteniendo la barrera de moco del epitelio intestinal, regulando la respuesta inmune y promoviendo la utilización eficiente de nutrientes del huésped, limitando así la expansión de microbios menos adaptados. “La microbiota tiene distintas funciones conocidas, como la inhibición de patógenos, prevención de infecciones, producción de péptidos activos, inmunomodulación, mejoramiento de la bioasimilación de nutrientes, síntesis natural de vitaminas, antioxidantes, detoxificación y prevención de alergias”, apuntó.

En la charla “Microbioma y COVID-19” del Seminario Permanente de Salud Pública, transmitida por Facebook Live de la Facultad de Medicina de la UNAM, el especialista mencionó que se ha visto que a mayor heterogeneidad de microorganismos, más eficiente es la respuesta inmune y que, al tratar de controlar a las infecciones, ha tenido una importante relación con la aparición de enfermedades autoinmunes, donde la maduración del sistema inmunológico, la exposición a patógenos, la lactancia materna y otros factores contribuyen a la calidad de respuesta de este sistema de defensa.

Además, mencionó que se ha estudiado la relación con la microbiota de algunos virus conocidos por producir patologías respiratorias, donde se ha visto que a través del eje intestino-pulmón, la microbiota puede generar un inflamosoma, que es un proceso inflamatorio crónico que puede migrar por medio de células dendríticas hacia el pulmón, generando una respuesta inmune importante en esta localización.

Sobre SARS-CoV-2 y su relación con el microbioma, el especialista comentó que este virus y el receptor ACE-2 se detectan también en el intestino y este punto de entrada puede ser inhibido por bacterias comensales como Bacteroides spp. Por otro lado, señaló que se ha visto que el microbioma intestinal regula la respuesta del sistema inmunitario y puede influir en el riesgo de sufrir infecciones, así como en la efectividad de las vacunas, destacando que este microbioma se encuentra alterado en pacientes con COVID-19, mostrando mayor presencia de patógenos oportunistas y, por ello, el mantenimiento de un microbioma saludable podría contribuir a estimular las defensas inmunológicas y conferir protección frente a la infección, mientras que su alteración podría incrementar el riesgo.

“La microbiota tiene una participación diversa en los procesos oncológicos, autoinmunes, infecciosos y metabólicos de nuestro cuerpo, por lo que el comprender su papel en estas patologías nos podrá ayudar a seleccionar mejores métodos terapéuticos de diversas patologías como COVID-19”, concluyó el doctor Aguilar Ponce.