A través de las hormonas que produce llamadas tironinas, la glándula tiroides es la encargada de regular casi todos los procesos metabólicos del organismo. En el libro Un torbellino de miradas a la glándula tiroides. Su historia a través del mito, el arte y la ciencia de los autores Carlos Valverde Rodríguez y Alejandro Ortiz Bullé Goyri, se aborda a esta glándula desde una perspectiva histórica y artística.

“La tiroides es la única glándula de secreción interna que almacena y utiliza para su función yodo. Este halógeno es un oligoelemento químico esencial, cuya deficiencia en la dieta ocasiona el bocio o crecimiento anormal de la tiroides que es una manifestación de su disfunción”, explicó el doctor Valverde Rodríguez, Investigador del Instituto de Neurobiología, campus Juriquilla, de la UNAM.

Durante el Viernes Cultural, moderado por la licenciada Leonora González Cueto y transmitido por Facebook Live, el especialista detalló que en el bocio el crecimiento de la glándula puede ser extremo, sin importar la edad, e incluso la especie. “Durante milenios los artistas han plasmado esta enfermedad en sus esculturas, frisos, relieves, lienzos, etcétera, sin saber lo que era”, señaló al mostrar obras donde a Cleopatra VII, antigua reina de Egipto, se le aprecia este problema en el cuello.

En otras obras como las esculturas precolombinas de la cultura Andina del colorado, también se puede apreciar el bocio que algunos personajes padecían. Además, había espectáculos como la danza prehispánica de los huehuechos (Guatemala), cuyos danzantes usaban máscaras con bocio.

Por otro lado, al bocio se le asociaba algunas veces con retraso mental, y se puede ver representado en una imagen de la Biblia iluminada del siglo XIV (Salmo 52), donde se ve un bufón con un bocio multinodular.

Incluso, es posible que imágenes de Jesús en el arte Bizantino ilustren el bocio; o bien, obras como La resurrección de Piero della Francesca, donde a uno de los guardias se le ve el crecimiento característico del cuello.

Miguel Ángel Buonarroti, conocido como el genio del Renacimiento, padeció bocio y en uno de sus sonetos (Soneto caudato) describe una manera de sentir esta enfermedad.

Artistas como Leonardo Da Vinci lograron plasmar el lado estético del bocio mediante sus Grotescos, en los cuales se observan crecimientos espantosos en el cuello. Además, Leonardo fue de los primeros en aventurar la posible función que tenía esta glándula; “servía para llenar el espacio donde no hay músculo y mantener a la tráquea alejada del esternón”. Más adelante Andreas Vesalio en su obra De humani corporis fabrica representó con mayor claridad a la glándula.

A partir del siglo XX y con el avance de la fisiología y la Medicina experimental, se hicieron múltiples descubrimientos y contribuciones que ayudaron a comprender y describir las principales funciones de la glándula y las yodotironinas. “Así, se descubrió que la ausencia neonatal de la glándula y sus hormonas provoca una condición llamada hipotiroidismo del recién nacido en el que hay retraso en el crecimiento físico y mental (cretinismo), y que una de las causas más frecuentes es la deficiencia nutrimental de yodo”, concluyó el doctor Valverde.

Axel Torres