A lo largo de los siglos se ha descubierto que la cera resulta ser uno de los mejores materiales que permite la creación de modelos duraderos, pues sus características particulares y sus posibilidades metamórficas permiten una naturalidad sorprendente e insuperable.

“La cera evoca de forma sorprendente la carne y la piel humana, y explica por qué a lo largo de los siglos fue usada para efigies, máscaras funerarias y, por supuesto, para los modelos anatómicos”, expresó la doctora Roberta Ballestriero, profesora asociada al curso de Maestría en Arte y Ciencias de la Universidad de Londres e historiadora del arte en residencia en el Museo de Patología Gordon del King’s College London en Inglaterra, en la conferencia virtual “La cera entre la ciencia y el arte: apuntes sobre el nacimiento y desarrollo de la ceroplástica anatómica”.

En el Seminario de Investigación del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, organizado por el doctor Gabino Sánchez Rosales, la ponente señaló que el concepto de la anatomía en cera surge en el Renacimiento con el artista Ludovico Cardi al crear la primera anatomía humana conocida en cera: “un desollado”, de tamaño pequeño y cuyos músculos, sin tomar un molde, parecen reales, lo cual anticipó la gran difusión de la ceroplástica anatómica del siglo XVIII.

A partir de las obras anatómicas de Gaetano Giulio Zumbo, un ceroplasta siciliano de finales siglo XVII conocido por sus representaciones «horriblemente» realistas de la peste francesa, la historia y el arte de la ceroplástica anatómica evolucionaron logrando expandirse desde Italia hacia otras partes de Europa.

A principios del siglo XVIII el desarrollo importante de la ceroplástica tuvo lugar en Bolonia por el nacimiento del primer taller de ceroplástica anatómica, pero con las contribuciones de Clemente Susini la ceroplástica florentina alcanzaría su alto nivel, logrando superar los talleres de la misma Bolonia.

Tanto en Bolonia como en Florencia se empleaban modelos en cera para la representación de la técnica moulage, la cual consistía en tomar arcilla o escayola para la impresión perfecta del objeto que se quería producir en cera, incluyendo el curso de evolución de las enfermedades. Estos modelos superaron cualquier material didáctico hasta los años cuarenta, cuando en la Segunda Guerra Mundial se suspendieron por su costo y fueron reemplazados poco a poco por la difusión de la fotografía a color.

En el siglo XIX, Joseph Towne fue considerado por muchos historiadores como el verdadero pionero de los moulage dermatológicos por moldear preparaciones anatómicas en cera coloreadas. Asimismo, trabajó en el Hospital Guy en Londres desde 1826 hasta su muerte, en 1879, ya que la mayoría de sus representaciones de las enfermedades de la piel en hombres eran obtenidas de los pacientes en curación.

“Estos moulage de cera son muy eficientes como medio de enseñanza, son una representación tridimensional de las enfermedades actuales y de las pasadas que permiten estudiar en detalle las diferentes condiciones, a la vez de ayudar a mejorar la capacidad visual y la empatía de los estudiantes en ámbitos médicos”, concluyó la doctora Ballestriero al resaltar que la ceroplástica anatómica se debe considerar “no sólo como un asunto del pasado, sino como un arte de numerosas potencialidades”.

Ana Camila Pérez