Médica de la generación de los doctores Guillermo Soberón y Ruy Pérez Tamayo, y alumna del doctor Salvador Zubirán

“En la época en la que yo nací, las mujeres se dedicaban a ser secretarias o realizar composturas, y a mí se me ocurrió hacer una carrera, así que fui a la secundaria, hice la preparatoria en San Ildefonso y después entré a la Facultad de Medicina de la UNAM, que en aquel entonces era la Escuela Nacional de Medicina y se ubicaba en Santo Domingo”, recordó la doctora Guadalupe Rojo Sánchez.

Comentó que su gusto por la Medicina inició desde antes de ingresar a la carrera, pues pertenecía a un grupo social donde realizaban visitas a hospitales donde había niños con algunas patologías: “Ahí pensé que podía llegar a ser médica para lograr curar a los niños”, destacó la universitaria.

Recordó que en su época, al no existir residencia para mujeres, su maestro, el doctor Salvador Zubirán Anchondo, la apoyó para que pudiera ingresar como adjunta al Departamento de Dietología, que se ubicaba en el pabellón nueve del Hospital General de México, lugar donde nació el Hospital de Nutrición, hoy Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”.

“En la residencia conocí a mi marido, quien era endocrinólogo, el doctor Gabriel Escobar Caus, y tuvimos la oportunidad de obtener una beca para ir a París a estudiar la especialidad en Nutrición Bioquímica, primero yo me iba a ir becada a Boston, pero en una de las tantas despedidas de los becarios, algunos se iban a ir casados, y entonces él me dijo ‘qué tal si tú y yo también nos vamos casados’, y lo logramos realizar, nos hicimos novios en julio y nos casamos un 28 de septiembre, todo fue muy rápido; posteriormente, nos fuimos a París, donde vivimos dos años”, comentó. 

Al volver de Francia, la doctora Rojo Sánchez y su esposo abrieron el Laboratorio Clínico Insurgentes, donde los expedientes de pacientes que atendía de manera gratuita triplicaban los de pago y su labor altruista la siguió hasta los 81 años de edad. “Empecé el laboratorio cuando la Endocrinología estaba en pañales en México, pues la determinación de una hormona nos llevaba 16 días, y en la actualidad con una gota de sangre tiene usted el resultado inmediatamente, la Medicina ha evolucionado de una manera maravillosa, la tecnología sobre todo ha sido muy importante en la Medicina”, subrayó la investigadora.

“Yo amo a la Facultad de Medicina y a la UNAM, para mí es mi casa, aquí ruge el Puma, a mis nietos siempre les tejo un suéter con el Puma, somos Pumas de corazón”. 

Todas las materias las disfruté, me gustaba muchísimo la Medicina, gocé aprender del microscopio, me encantaba ver a través de él; una de mis pasiones al principio fue la Cirugía, yo tenía mucho interés en ser cirujana, pero la persona que me iba a ayudar a ser cirujana me exigía que yo no me casara en un periodo de 12 años, y le dije que eso no se lo podía prometer”, rememoró.

La doctora Rojo Sánchez fue compañera de generación del doctor Guillermo Soberón Acevedo, a quien conoció desde la secundaria, y del doctor Ruy Pérez Tamayo, con quien compartió aula desde la preparatoria, y con quien posteriormente, en la Facultad de Medicina, trabajó en el área de Patología.

Destacó que su experiencia clínica fue extraordinaria, y como ser humano la Medicina le ha dejado muchas satisfacciones, sobre todo el poder ver sanos a los que anteriormente se encontraban enfermos, pues resalta que es una satisfacción muy grande, “Si yo volviera a nacer volvería a estudiar Medicina, sin ninguna duda”, expresó.

Recordó que el examen profesional se realizaba a las 10 u 11 de la noche en un salón del Palacio de la Escuela de Medicina, su tesis la dedicó a las anemias microcíticas nutricionales, tema recomendado por el doctor Zubirán Anchondo.

En mis tiempos la Anatomía era el ‘coco’ para estudiar Medicina y había un libro que ya no se usa, que se llama Testut, eran tres tomos, uno era de osteología, otro era de músculos y el otro de temas en general, y nos los teníamos que aprender en un año, por lo que el examen de primer año de Medicina era una ‘coladera enorme’ de los que se quedaron ahí en la Facultad”, recalcó.

La doctora Rojo Sánchez, quien tiene 96 años y asegura que su época fue muy bonita, aconsejó a las nuevas generaciones que están estudiando Medicina “que amen lo que ellos decidan hacer, pues hacer lo que uno quiere es lo mejor y trabajar en lo que a uno le gusta es la cosa más maravillosa y da buenos resultados, porque si trabajan en algo en lo que únicamente, desde la perspectiva económica, les va bien, la satisfacción no es completa”, enfatizó.

Lili Wences y Azucena Xancopinca