Recuerdos, emociones, valores y sabiduría, son el resultado de una vida de éxitos y de dedicación del doctor Rubén Argüero Sánchez, quien abre su corazón y comparte momentos de su vida.

-¿Cuándo comenzó a latir su corazón?

-Biológicamente mi corazón debió de haber latido en las primeras semanas de la gestación, pero la fecha “oficial” fue el 29 de marzo de 1935.

-¿En qué momento de su vida decidió estudiar Medicina?

-Siempre tuve interés por el ser humano y recuerdo que cuando ingresé a la Facultad de Medicina fue una verdadera emoción… ¡tuve fuertes latidos cardiacos! Estoy convencido de que la vocación primaria es muy difícil de decir sin conocer el terreno, y se da porque en la vida surge un mentor y una oportunidad, y si se toma con emoción y compromiso todo lo que se hace, estoy seguro que esa es la verdadera vocación que surge de la oportunidad que se da sólo una vez en la vida, y luego surge la pasión.

-¿Proviene de una familia de médicos?

-No, pero don Armando y doña María nos enseñaron a sus ocho hijos lo que significan los valores, la honestidad y la responsabilidad; mezclaban la educación con el cariño, esa educación muy rígida que no se olvida. Si no había mucho qué hacer en la escuela, nos ponían a trabajar todo el tiempo, sábados y domingos, a lavar la azotea y los tinacos.

-¿Cuál es la mejor parte de dar clases a los alumnos?

-Estar frente a ellos y que al paso de los años los encuentre y me digan con cariño “usted fue mi maestro”, esa es la parte más valiosa y la gratificación más importante que puede recibir un maestro de sus alumnos.

-¿Qué consejo le daría a las nuevas generaciones que desean ser médicos?

-Aprendan siempre a ser soñadores, el que sueña siempre tiene una oportunidad de vivir y un por qué vivir. No dejen de tener curiosidad por algo, siempre háganse preguntas. Soñar, sí, pero también deben aprender a tener la valentía de meterse al sueño.

-¿Recuerda alguna anécdota de estudiante?

-El Hospital Infantil de México era uno de los que más prestigio tenía y contaba con los mejores archivos médicos. Mis deseos de titularme pronto, me hacían frecuentarlo, y en una ocasión el doctor Federico Gómez en persona fue a la biblioteca a pedirnos a mis compañeros y a mí que nos fuéramos porque decía que hacíamos mucho ruido y teníamos que respetar que era un hospital.

-Además de ser académico, ¿cuáles son sus pasatiempos?

-Me ha emocionado practicar el piano y pintar. Recuerdo que cuando tomaba clases de pintura me enfermé de hepatitis, y me prohibieron los aceites y el olor del fijador por seis meses, entonces mi mayor entretenimiento fue pintar a lápiz. Además, me agrada escuchar música, sobre todo la clásica.

-¿A qué le tiene miedo?

-Me da mucho miedo pararme junto a un abismo.

-¿Cómo mantiene su corazón sano?

Viviendo con felicidad, con la felicidad de tener una familia, un amigo, de poder estudiar, de sonreír. Disfrutando cada momento, porque la vida es un milagro y el corazón es un regalo. Teniendo amigos positivos y un buen equipo de trabajo. Lo único que sí no guardo nunca son los rencores; hay que enterrar los odios, los malos momentos, porque el resto hay que donarlo, para servir y ser útil en la vida.

-¿En qué momento latió su corazón muy rápido?

-Cuando me casé; cuando nació el primer hijo, el segundo, el tercero y el cuarto; cuando me nombraron Jefe del Departamento de Cirugía; cuando hice el primer trasplante; cuando logré la base del Seguro Social; cuando logré la Dirección del Hospital General y luego del de Cardiología. He tenido la fortuna de tener muchos momentos que me han hecho sentir vivo y que lata fuerte mi corazón, y el único secreto es insistir hasta lograrlo.

-Si tuviera la oportunidad, ¿qué consejo le daría a su yo del pasado?

-Sigue siendo como eres, no pierdas de vista que la vida es un milagro; no pierdas la oportunidad de ser útil, pero el principal sería: no cambies.

-¿Cómo conquistó el corazón de su esposa?

-Yo me saqué la lotería con la doctora Nuria de Buen, quien era refugiada, su familia venía de la Guerra Civil Española. Recuerdo que un día le invité un cafecito, y no traía dinero, tuve que dejar mi pluma en prenda, me pasaron todas las cosas que pueden pasar en un noviazgo y en la vida de un médico. Pero ella creyó en mí, y a los dos años nos casamos. Nos fuimos a Estados Unidos, los dos con trabajo, pero decidimos no quedarnos allá, porque sabíamos que teníamos que regresar a México, y sé que no hubiéramos sido tan felices como lo hemos sido aquí. Llevamos 61 años de casados y nos hemos entendido bien.

-Si pudiera volver a vivir algún momento de su vida como médico, ¿cuál sería?

-Volvería a vivir lo mismo, con los mismos errores, no me arrepiento de haber pasado todas las cosas que pasé.

-En los momentos más difíciles que ha atravesado, ¿qué lo impulsa a seguir adelante?

-Estar convencido de que voy a salir avante y que lo voy a lograr, y saber que tengo el respaldo de mi mujer.

-¿Qué le dice su corazón?

-Mi corazón me dice “estoy latiendo, te nutro el cerebro, tienes entusiasmo, mientras lata, haz algo«, y aquí estamos.

Lili Wences