HISTORIAS DE ÉXITO #MUJERESFACMED

Soy Andrea Fernanda Campos Pérez. Ser parte de la primera generación de la Licenciatura en Neurociencias de la Facultad de Medicina de la UNAM fue una experiencia que marcó mi vida profundamente. Estudiarla me dio las bases que me encaminaron hacia lo que soy hoy: una neurocientífica enfocada en la neurociencia cognitiva. No exagero al decir que al elegir esta carrera cambió el rumbo de mi vida y mi futuro. Al ser la primera generación, enfrentamos retos e incertidumbres; como suele ocurrir, hubo cosas que ajustar en el programa. Sin embargo, también viví experiencias que fortalecieron mi formación y descubrí una resiliencia en mí que no sabía que tenía.

 A lo largo de este camino, que es académicamente exigente, he tenido que poner a prueba mi capacidad para perseverar, especialmente en momentos que me preguntaba si realmente quería dedicarme a esta disciplina. Hoy puedo decir que valió la pena. Fue un proceso gratificante, pero con sus desafíos, y como generación inicial, sentamos las bases para las siguientes, que ahora pueden aprender de nuestras vivencias y de las mejoras que se implementaron en el programa, las y los profesores y la estructura general de la licenciatura.

Para alcanzar mis logros, considero que el apoyo de mi familia ha sido fundamental; mis padres y mis hermanos siempre han creído en mí y en mis sueños, y su confianza me ha impulsado a seguir adelante en los momentos difíciles. También, tener amigas fuertes y mujeres inspiradoras en mi vida me ha dado el valor de seguir avanzando. Además, agradezco el apoyo de mis profesoras y compañeras dentro de la Facultad. En un campo en el que históricamente han predominado los hombres, ver mujeres tan brillantes y exitosas en Neurociencias me inspiró profundamente, demostrándome que yo también podía lograrlo.

Tuve la oportunidad de hacer una estancia en el laboratorio de fisiología de la Sensación Somática de Charité, Universitätsmedizin Berlin, la cual me permitió acercarme a la ciencia internacional. Con apenas 21 años y siendo estudiante mexicana de licenciatura, pude aportar al grupo en el que trabajé, colaborando con personas de Alemania, Reino Unido, Polonia y China, entre otros. Esta oportunidad me hizo ver que el trabajo de una científica mexicana tiene un lugar relevante en la ciencia internacional. Supe que mis aportaciones y conocimientos tienen un papel muy importante en el desarrollo académico y científico global, lo cual fue muy enriquecedor para mí.

Actualmente, soy parte de la Escuela Internacional de Investigación de la Sociedad Max Planck en Gotinga, Alemania, donde realizo un máster en Neurociencias. Aquí, investigo cómo el cerebro procesa la información del ambiente para generar decisiones, aprendizajes y comportamientos relevantes para el individuo. Utilizo métodos como la resonancia magnética funcional y registros electrofisiológicos en cerebros humanos y de primates no humanos para analizar cómo las neuronas se activan en respuesta a estímulos, decisiones o aprendizajes específicos.

Uno de los momentos más gratificantes fue darme cuenta que la ciencia es internacional, una labor colaborativa que involucra personas de todo el mundo en beneficio de la humanidad. Aunque mi carrera en México ya me había permitido trabajar con investigadores de otros países, estar en Alemania ha intensificado mi convicción de que todos tenemos un papel relevante en este esfuerzo global. Como mexicana, tengo una voz que aporta al avance continuo de la ciencia, y esto me motiva a seguir adelante.

Como mujer, he enfrentado desigualdades de género que persisten incluso en entornos internacionales. Aunque se ha avanzado en la inclusión, aún se nota la brecha, especialmente en posiciones de poder en los laboratorios, donde los hombres suelen ser mayoría. En mi caso, he tenido que demostrar mi valía en espacios predominantemente masculinos y, aunque me ha costado, sé que estar presente y alzar la voz es crucial para que esta situación cambie. Recuerdo que, en México, cuando comencé a trabajar en el laboratorio para mi tesis, fui una de las primeras mujeres en integrarse después de algún tiempo. Ver cómo este laboratorio ha crecido en diversidad de género y ahora cuenta con muchas mujeres me llena de orgullo. Creo que haber dado ese primer paso abrió puertas a otras mujeres que también querían explorar este camino.

Hoy en día, veo que cada vez más mujeres están presentes en el aula, en los laboratorios y en las conversaciones científicas. Sé que aún queda camino por recorrer, pero cada paso nos acerca más a cerrar la brecha y lograr una equidad genuina en la ciencia.

A las mujeres que quieran dedicarse a la ciencia, mi consejo es que perseveren y crean en su potencial. Sé que a veces puede ser abrumador y parecer difícil, pero quiero decirles que todas tenemos un lugar en este campo. Es importante no compararse con nadie más y recordar que cada quien tiene su propio proceso. A veces sentí que no era suficiente o que no encajaba, pero hoy sé que mi trabajo y mi voz son valiosos. Si algo he aprendido es que, aunque el camino no siempre es fácil, cada paso vale la pena cuando se trata de perseguir lo que realmente amamos.