
Diego Miranda Pérez, estudiante de la Licenciatura de Médico Cirujano
El cuarto año de Medicina a mi parecer es un año muy peculiar, ya que es el punto de transición entre ser un estudiante y ser un médico interno de pregrado, y como principal forma de aprendizaje, además de las clases, están las rotaciones, donde cada día es una oportunidad para aplicar los conocimientos teóricos adquiridos durante los primeros años de la carrera y donde el error forma parte del proceso de formación, siendo fundamental para desarrollar la seguridad y la competencia clínica.
Este año es una experiencia de crecimiento, tanto personal como profesional. Te empiezas a conocer mejor a ti mismo, tus miedos, tus fortalezas, tus puntos a fortalecer y, sobre todo, comienzas a visualizar el tipo de médico que deseas ser, en mi caso por inspiración de algunos de mis docentes.
En estas rotaciones es en donde entras en contacto con los pacientes y empiezas a observar y aprender tanto de los propios médicos como de los propios pacientes. Una de las cosas que se ha recalcado a lo largo de la carrera es que no tratas enfermedades, tratas pacientes con un trasfondo, con una vida, con problemas, con familia, y esto es importante, ya que todo esto que engloba al propio paciente se ve reflejado tanto en su salud y en el cómo va a ser su manejo.
Lamentablemente una situación bastante común que he observado en las distintas sedes en las que he estado es el abandono y la falta de redes de apoyo. He visto pacientes, sobre todo mayores, abandonados en el hospital por sus propios familiares. Y de forma errónea y superficial se puede pensar que la mejoría del paciente sólo depende del médico y del paciente, pero esto no puede estar más equivocado.
Una situación que presencié donde se ve mejor esto fue en un paciente de 87 años aproximadamente, con diagnóstico de cetoacidosis diabética, donde una indicación sencilla pero fundamental era la rehidratación por medio de una jeringa, que debía ser realizada por los familiares del paciente, sin embargo, se notaba su ausencia dentro de los 3 días posteriores a su admisión. El propio médico a cargo refería que tenía un pésimo pronóstico, que realmente no esperaba que le quedara mucho tiempo de vida, sin embargo, apareció un familiar foráneo que tomó las riendas, y con seguir las indicaciones y brindar apoyo, el paciente logró recuperarse de una forma radical, ya no estaba con delirium, tenía una mejor disposición para comer y, gracias a estas simples acciones, logró darse de alta unos días después.
Durante las rotaciones no sólo aprendes de los médicos, realmente puedes aprender de cualquier persona, pero sí debo destacar que algunas, sin duda, son las enfermeras, son el pilar del hospital y siempre que muestres interés te enseñarán una infinidad de cosas. La mayoría de los conocimientos prácticos adquiridos en la carrera como el colocar sondas, vacunar y colocar el catéter fueron por ellas. Algo que me recalcaron mucho es la importancia de actuar con humanidad y empatía, “Trata a tus pacientes como quieres que traten a tus padres”, es una frase que se me quedó de mi estancia en el servicio de curaciones.