Juan Diego Pérez Lides, estudiante de la Licenciatura de Médico Cirujano

Sí tengo miedo, miedo de mí mismo. Miedo de mis pensamientos y de las voces que florecen en medio de la oscuridad. Un debate que se desata en mi interior entre mente y corazón, buscando un valor. El sentido mismo de quien soy, se ha ocultado entre el dolor. La sangre que recorre mi interior y cada latido de mi corazón, se desvanece tras el tik tak del reloj. Palabras que se escriben y se pierden, palabras que sanan y que hieren; amistades y amores que tarde o temprano mueren. 

El tiempo pasa y los cambios extraños que suceden a mi alrededor no me dejan en paz. El sentido mismo de la vida se desvanece, todo gira tan rápido que en un abrir y cerrar de ojos todo desaparece. Un tiempo que recorre un camino que ya está marcado y un corredor que no puede voltear a mirar atrás. Una vida que se debe de seguir y una meta que se espera lograr. Sin embargo, la culpa de no ser suficiente marca los pasos en un camino solitario. Sólo queda el silencio de un alma abandonada que busca el sentido de sí mismo. 

Atrapado entre las cicatrices de un pasado, y entre el recuerdo de un presente; donde el futuro se desvanece, entre lágrimas que se derraman y no dejan ver con claridad. Una carrera que sigue y una competencia que el mejor ha de ganar, cúmulo de asteroides que golpean al peor jugador y miles de estrellas que giran ante el campeón. Esta es la verdad, la libertad se debe de ganar pues uno desde que nace está destinado a marchitarse. Pues dime la verdad ¿Sabes quién eres en realidad?

Toma tus pedazos y trata de arreglar un corazón roto que se debe de completar. Escribe historias que has de narrar, pues algún día tu alma debe de navegar. Busca tu sentido, donde los sueños deben de revelar que es lo que en esta vida quieres lograr. Y corre lejos, muy lejos de las voces que a tu mente no dejan descansar. Somos esclavos de una vida y de un tiempo, que jamás nos dejan de enseñar que siempre debemos de seguir aún con el corazón roto y la mente llena de temor. 

Soy testigo de una vida que se pierde entre las letras de desesperación, y soy un cómplice de las locuras que emite mi corazón. Pedazos que se desvanecen en las palmas de mi propia historia y palabras que se narran, pero son llevadas al horizonte. Solitario que se pierde entre el bosque de sus recuerdos, cubriéndose con el regazo de la propia oscuridad. Soñador que viaja entre mundos, buscando quién es en realidad, tratando de encontrar un lugar que sea de verdad. Un tonto que anhela sentir el amor que ha perdido, tratando de amar a los demás sin dar un poco de ese amor a alguien más.

Perdido entre el presente y el pasado, tratando de narrar una historia que no tiene un inicio ni un final. Cubriendo de letras una historia que ni el más valiente se atreva a contar. Perdido entre quien soy y quien debo ser, entre las voces que desatan los miedos que el creador no se atreve a liberar. Derrotado ante la guerra que el invierno ha decidido terminar y que el guerrero audaz ha decidido que es momento de gritar: “No soy suficiente esa es la verdad, las balas mi pecho han decidido atravesar; llámame cobarde pero mis rodillas han cesado ante la guerra. Una guerra que se haya en mi interior”.

Soy, soy, ¿quién realmente soy? ¿Un esclavo del tiempo o un vencedor? Buscando respuestas entre las historias que se han creado, y tratando de encontrar pedazos de quien soy. Cristales que reflejan el alma de un soñador y que, si uno mira en el interior, se dará cuenta de lo rota que la gente está hoy. Historias que se narran y se pierden entre el oasis de la mente; sueños que se convierten en cenizas. Vencedores de un amor que ya se ha dado y perdedores de un amor que jamás se dará. Cobarde que huye de su destino, tratando de encontrar esa historia que nadie más ha de recitar. 

Una luna que florece en medio de la oscuridad y un sol que se oculta tras un horizonte fugaz. Una muerte y una esperanza, un cobarde y un valiente, un esclavo de la vida y un libertador. ¿Qué tan diferente es la historia entre el ganador y el perdedor? Polos opuestos que se cruzan, miedos que no se han de entender; pero si la ayuda es buscada, cada uno del otro ha de aprender. Puentes que unen la historia, dividida por la propia falsedad de su vida. Pues al fin y acabo ganador o perdedor, para mi ya eres un campeón.

Voces que se escuchan en mi interior, miedos que se arrastran por mi piel; llantos que rompen cada fibra de mi ser. Sueños que espero lograr, y esperanzas que se pierden entre el abismo de una vida rutinaria. Un ser que no comprende el significado de su vida, pero que se pierde entre las miles de historias que aún no terminan. Personas que van y vienen, corazones rotos que necesitan ser arreglados. Heridas que se abren con cada fragmento del pasado y que se desangran dejando un rastro de sí mismo.

Corazones que aún no han sanado, y pasajes de historias que se pierden con el viento. Miradas que aún no se han encontrado. Seres imperfectos que se pierden buscando la perfección, una perfección que se halla en lo imperfecto. Este es el abrazo que yo te otorgo, que yo mismo me otorgo: “No tengas miedo de contar tu historia, pues alguien allá fuera está esperando para escucharla”.

Luz de luna que da esperanza, oscuridad que enciende mis temores, tierra que guía mis pasos, lágrimas que dan vida y miedos que me arrastran. Es así que soy muy poco y a la vez soy nada, soy valiente y cobarde, soy muchas cosas que aún no descubro. Esta es parte de mi historia, sólo hace falta alguien para comprenderla.