La contaminación atmosférica se define como la presencia de una sustancia extraña o la variación en la proporción de los constituyentes del aire que puede provocar efectos perjudiciales a la salud; lo que se denomina smog es la acumulación de niebla y humo, y pueden aparecer inversiones térmicas.

Para ejemplificarlo mejor, la doctora Selva Rivas Arancibia, del Laboratorio de Estrés Oxidativo y Plasticidad Cerebral en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina, explicó que de manera normal el aire al nivel más bajo es caliente y por el contrario al más alto es frío, generando así corrientes y haciendo que el aire caliente, al ser más liviano, tienda a ascender junto con los contaminantes; sin embargo, cuando hay una inversión térmica, en los niveles más bajos se queda atrapado el aire frío haciendo que los contaminantes no suban provocando una acumulación de los mismos y causando exposición de la población a estos componentes”.

Durante el Seminario La epidemia de enfermedades no transmisibles en México, la especialista indicó que cuando la luz solar interacciona con ciertos gases y contaminantes primarios, como los generados de la combustión de hidrocarburos u otros compuestos, como los que desechan las fábricas o industrias, así como la quema de leña, se produce una reacción que forma contaminantes secundarios, siendo uno de los principales el ozono.

“La exposición a agentes contaminantes en individuos susceptibles induce un cambio en la respuesta inflamatoria. Ésta normalmente funciona como un mecanismo de defensa reparador que se autolimita, en contraparte, si el estímulo externo perdura, este mecanismo de defensa perderá su regulación y provocará un estado de inflamación crónica que hará más susceptible al organismo ante ciertas enfermedades, como las crónicas degenerativas“, aseguró.

También se presentan alteraciones en la señalización celular, modificaciones en las estructuras de proteínas, cambios epigenéticos y pérdida de la energía, afectando así el funcionamiento de diferentes órganos y sistemas, por ejemplo, las alteraciones producidas en el cerebro sobre la memoria a corto y largo plazos.

“Existen otros tipos de contaminantes, no sólo el ozono, que forman parte de lo que respiramos y es importante saber que no es tanto la sustancia sino la concentración a la que estamos expuestos”, agregó.

La doctora Rivas Arancibia destacó que los contaminantes se acumulan a lo largo del día, teniendo una mayor concentración entre las 11 y 17 horas, por lo que una de las recomendaciones es no realizar actividades físicas al aire libre dentro de este horario. Además, existen normas oficiales en salud ambiental para ayudar a combatir este tipo de problemas.

Mariluz Morales