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A menudo se habla de los alimentos “chatarra” y del poco contenido nutricional que poseen. Sin embargo, casi no se dice que son productos ultra-procesados con poca o nula calidad nutricional y que algunos de sus componentes aumentan el riesgo de ocurrencia de algunas enfermedades como la obesidad, la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, diversos tipos de cánceres, las dislipidemias y el síndrome metabólico.
Los ultra-procesados, diseñados para el consumo inmediato, están elaborados principalmente con azúcares añadidos, grasas vegetales y sal. Su verdadera naturaleza está disfrazada por el uso de aditivos como colorantes y saborizantes. Además, contienen sustancias como aceites hidrogenados o interesterificados, almidones modificados y otras que no están presentes naturalmente en los alimentos. Algunos ejemplos son los snacks de bolsa, las bebidas gaseosas, los fideos instantáneos y los nuggets congelados.
Estos productos de fácil acceso han desplazado la alimentación tradicional mexicana, también conocida como Dieta de la Milpa, basada en maíz, frijoles, chile, jitomate y calabaza, que proporcionan fibra, vitaminas y minerales.
Por esta razón, la doctora Laura Moreno Altamirano, investigadora del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, y un equipo de colaboradores de diversas disciplinas, emprenden una investigación acerca de los patrones de consumo de los alumnos de esta institución.
Queremos saber qué comen los estudiantes y por qué lo comen, en la Universidad y en sus casas. Generalmente se tiene una idea confusa sobre los ultra-procesados, ya que la industria alimentaria nos ha hecho creer que son productos sanos y nutritivos porque están adicionados con minerales, vitaminas o calcio.
Aunado a esto, la experta señaló que el precio, el hecho de que sean aparentemente higiénicos y de que se puedan encontrar en casi cualquier lugar, hacen que sean más socorridos, especialmente por quienes llevan un ritmo de vida acelerado o tienen ocupaciones demandantes, como es el caso de los alumnos de Medicina.
En el estudio, que está siendo evaluado por las comisiones de Investigación y Ética de la FM, se planea analizar los patrones de consumo de los estudiantes del primer año de la Licenciatura de Médico Cirujano y cómo se relacionan con sus estrategias de consumo y condiciones socioeconómicas y culturales.
La especialista aseguró que “en nuestra cultura, el médico consciente o inconscientemente, se vuelve un ejemplo a seguir, y es muy importante que los jóvenes puedan orientar, pero primero que ellos tengan herramientas e información para decidir qué comer”.
De esta manera, la investigación, además de estimar la asociación entre el estado nutricional y los hábitos de los alumnos, también pretende darles seguimiento, analizar las etiquetas de los productos más consumidos para identificar sus componentes, y emprender una campaña de educación con materiales audiovisuales.
Un problema nacional
En un estudio realizado anteriormente por la doctora Moreno Altamirano se concluyó que, de 1961 a 2013, el consumo aparente de calorías de los mexicanos aumentó, mientras que el de nutrientes se redujo notablemente.
“Ha disminuido el consumo de cereales y aumentado el de alimentos de origen animal. Nuestro consumo de azúcar está muy por encima del recomendado por la Organización Mundial de la Salud, y no es que se coma a cucharadas, sino que es uno de los principales componentes de los ultra-procesados”, indicó.
México actualmente ocupa el segundo lugar en obesidad de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 2016 revelan que la prevalencia de obesidad en hombres mayores de 20 años fue del 72.1 por ciento y en mujeres del 75.6 por ciento.