Recientemente la Organización Mundial de la Salud incluyó en la Clasificación Internacional de Enfermedades el síndrome de burnout como un factor que puede condicionar o propiciar un padecimiento.

Aunque su diagnóstico podrá hacerse a partir del año 2022, esta decisión permitirá tener más conciencia de su existencia, investigarlo más a fondo para tener más respuestas en cuanto a posibilidades de tratamiento y, sobre todo, que se hable de él, adelanta el doctor José Javier Mendoza Velásquez, coordinador de Investigación del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Este síndrome también llamado de desgaste ocupacional se ha asociado de manera frecuente a condiciones de trabajo que generan molestias o incapacidad para continuar con las actividades. Aunque no hay un tiempo determinado, las situaciones de estrés que ocasiona pueden estar relacionadas con el poco o nulo reconocimiento al trabajo, a la falta de recompensa en concordancia con la carga laboral, la pérdida de gusto por el empleo o el trabajo en exceso.

“Hablamos de burnout cuando, tras un periodo de estrés crónico en el contexto laboral, empiezas a desarrollar síntomas como aislamiento, agotamiento, dificultad para concentrarte o fallas en tu capacidad para trabajar”, advierte el especialista al reconocer que es difícil identificarlo de forma objetiva, pero hay acciones que pueden indicar su presencia, como el no querer ir a trabajar, levantarse y hacer todo lo posible por no ir, llegar tarde, empezar a fallar continuamente, estar de mal humor o que la gente empiece a quejarse del trabajo de la persona.

“Una de las características para poder dar un diagnóstico de burnout es que tengas fallas laborales y una disminución en tu capacidad”, señala.

El burnout se ha asociado de manera importante a la gente que trabaja en los servicios de salud, por la carga emocional y laboral excesiva, sin embargo, está presente en todas las profesiones que puedan cursar con jornadas laborales intensas o no congruentes con la compensación. Además, es más frecuente en personas productivas de entre los 25 y 45 años.

En pacientes con enfermedades crónicas, coronarias, diabetes mellitus o hipertensión arterial, se ha identificado que cursan con este síndrome: “Vemos que es un factor que se asocia al desarrollo de otras enfermedades, no es probablemente la causa, pero es muy importante en el desarrollo de otros padecimientos crónicos, además de los trastornos mentales como la depresión”.

Si la persona sospecha que tiene el síndrome, lo recomendable es que consulte a un especialista en salud mental; puede ser un psiquiatra o un psicólogo laboral, o bien, un médico general.

El doctor Mendoza Velásquez considera que “la mejor forma de prevenirlo es disminuyendo los factores de estrés (lo que incluye la recompensa y el reconocimiento al trabajo adecuados), pues cuando agotamos todas nuestras capacidades para adaptarnos a él, es cuando empiezan a aparecer los síntomas”.

Por ello, es importante que los centros laborales tomen medidas, pues un trabajador que padezca este síndrome ocasionalmente afecta el clima laboral y la cadena de productividad, lo que también puede influir en la demanda de servicios de salud y en las incapacidades.

Asimismo, apunta que el burnout es “un producto de la globalización, del modelo económico actual, de la apuesta por la productividad y también del hecho de que en nuestro país hay quizás un poco de indefinición con respecto a lo que alguien hace”.

En ese sentido, el experto considera que se necesita una correcta organización laboral, pues la demanda seguirá siendo continua. “Se está convirtiendo en un punto donde laborar cada día es una exigencia mental mayor; en consecuencia, nos hemos agotado ante esta exigencia y eso hace que aparezcan síndromes como éste”, asevera.