A finales de 2017, se estimaba que en México 230 mil personas estaban viviendo con virus de inmunodeficiencia humana (VIH), lo que se tradujo en una prevalencia de 0.3 por ciento del total de la población, una de las más bajas en el continente americano. Asimismo, desde 2003 en nuestro país, todas las personas, aun sin seguridad social, tienen acceso a tratamiento antirretroviral de forma gratuita. A pesar de ello, no todos acceden a la medicación.

“Un argumento de las personas que no quieren empezar el tratamiento es porque se sienten sanos, pero deberíamos desarrollar más estrategias para modificar esa situación. Los tratamientos son suficientemente eficientes como para que a los seis meses de empezarlo tengamos nuestra medida de éxito en VIH, parecida a la de hepatitis C, que es la supresión viral”, explicó el doctor Carlos Magis Rodríguez, académico del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM.

En México se evitaron 50 mil nuevas infecciones de VIH entre 2003 y 2018, siendo la mitad atribuibles a intervenciones de prevención y detección, y la otra mitad al tratamiento antirretroviral efectivo.

Durante la primera sesión del año del Seminario Permanente “La epidemia de enfermedades crónicas no transmisibles en México”, recordó que el VIH se caracteriza por destruir determinadas células del sistema inmunitario que nos ayuda a mantenernos sanos. En años pasados, se tenía la creencia de que sólo afectaba a hombres que tenían relaciones sexuales con otros hombres, sin embargo, con el tiempo se determinó que es un problema de salud que se contagia a través de compartir jeringas y sexo sin protección adecuada.

La hepatitis es una inflamación secundaria a diversos procesos, entre ellos uno de tipo infeccioso, que puede dañar al hígado. En ese sentido, el virus tipo C puede variar desde una enfermedad leve, que dura unas pocas semanas y de la que el 20 por ciento de las personas se curan, hasta agravarse y tener un padecimiento de por vida, incluso cáncer. Su principal forma de propagación en la actualidad es a partir del uso compartido de jeringas, práctica común entre los consumidores de drogas inyectables.

“El esfuerzo de detección será más complejo con esta enfermedad que con el VIH, pero ya contamos con pruebas rápidas y confirmación por carga viral. Antes con el tratamiento de ribavirina el éxito era bajo. Ahora con los antivirales de acción directa a los que también ya tenemos acceso universal y gratuito, curamos arriba del 95 por ciento”, afirmó el doctor Magis Rodríguez.

“Necesitamos redoblar esfuerzos en trabajos de detección, tanto en VIH como en hepatitis C. En México tenemos un paquete completo de reducción de daños y prevención, pero el problema es la escala de cada uno de los componentes. Ahora hay que pensar en estrategias para llegar a alrededor de 100 mil personas que se estima se inyectan drogas”, concluyó en el auditorio “Dr. Fernando Ocaranza”.