“La comida en los aviones es producto de muchos avances y adaptaciones a la época en la que estamos y es un hecho que el siglo XXI está siendo innovador, pero a la vez consciente de factores como la sostenibilidad”, explicó el doctor Alejandro Hernández Chávez, académico del Departamento de Fisiología de la Facultad.

Durante la sesión del Ciclo de Conferencias en Ciencias Básicas, organizada por la Coordinación de Comunicación Social el pasado 7 de mayo, transmitida por YouTube y Facebook Live, el doctor Hernández Chávez también mencionó que de 1920 a 1930 las aerolíneas comenzaron a incluir comida como: pollo frito frío, ensaladas de frutas y sándwiches elegantemente elaborados servidos en canastas de mimbre en los servidores de porcelana más livianos que pudieron encontrar. Asimismo, en la década de 1940, posterior a la Segunda Guerra Mundial, se introdujo comida congelada, en donde más adelante los aviones incluirían hornos con el objetivo de tener comida caliente, así como lujos y amenidades. 

Los alimentos que comemos en un avión saben diferente por tres razones, una de ellas, es la baja presión en cabina que afecta directamente a la vía olfatoria y gustativa, lo que provoca que la percepción del sabor de los alimentos disminuya hasta un 30%; asimismo, la presurización ayuda a que el oxígeno disponible se mantenga a una presión fisiológica, de lo contrario, recordando la ley de Dalton —de las leyes de los gases— se presentaría una disminución de la presión parcial de oxígeno por altitud, produciendo hipoxia o desmayo en las y los pasajeros hasta llegar a la falla multiorgánica. En ese sentido, el doctor Hernández Chávez, indicó que los aviones deben estar presurizados para poder viajar y no afecte demasiado a los usuarios. 

Por otra parte, explicó que “la humedad en cabina es de alrededor del 12% equiparable a la humedad del desierto, lo cual explica por qué es importante la hidratación en un vuelo”, además que el ruido percibido de un avión contribuye a la toma de decisiones para elegir diferentes alimentos o bebidas, ya que limita la percepción del contenido de alcohol, indicó el experto respecto a la necesidad de explicar por qué los sabores en las nubes se modifican y cómo contribuyen en la afectación de la vía olfatoria y gustativa.

Finalmente, el doctor Hernández Chávez recalcó que el sabor salado en el cielo disminuye de un 20 a 30% y el dulce se reduce de un 15 a 20%, cómo las aerolíneas ofrecen snacks que compensan dichos sabores, por qué es fundamental continuar estudiando los mecanismos involucrados en estas vías y por qué se encuentran relacionados con los vuelos y hacer de estos una experiencia placentera.

María Morales