“Cuando necesito relajarme veo un partido de fútbol, no importa qué equipos jueguen, aunque le voy a los Pumas. También me gusta leer temas diversos, porque eso me permite una visión más amplia de lo que implica la práctica de la Medicina”.

“Una buena relación médico-paciente es la parte básica de la práctica médica. Sin ella, no hay un buen ejercicio de la Medicina, porque el aspecto esencial para el diagnóstico y la terapéutica pasa por ella, a fin de conseguir la historia clínica adecuada que permita orientarnos sobre lo que le sucede a la persona”, resalta el doctor David Kershenobich Stalnikowitz, director General del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” (INCMNSZ).

No obstante, advierte, esta relación no concluye con el diagnóstico, pues continúa en cómo el médico acompaña al paciente en el proceso de su enfermedad, en caso de que sea crónica, o de su recuperación, si es aguda; así como las dudas que el enfermo pueda tener, pues la relación médico-paciente no sólo abarca los aspectos profesionales, sino también intelectuales y afectivos.

“La mayor emoción que podemos tener los médicos es lograr que la gente recupere la salud, sobre todo cuando, con el diagnóstico, creemos que ya no es posible su curación, pero que al implementar medidas terapéuticas su situación cambia. Es una satisfacción muy íntima el saber que una persona recuperó o mantuvo su salud”, asegura.

“La Medicina nunca nos deja de sorprender, es una profesión muy especial que está en continua evolución, es muy dinámica y depende del intercambio de conocimientos, ideas y experiencias, por lo que se requiere estudiarla de manera permanente”, advierte a quienes están en formación.

El hígado, el gran laboratorio del cuerpo humano

Considerado uno de los hepatólogos más importantes de México, el doctor Kershenobich estudió la preparatoria en Tampico, Tamaulipas, donde, a partir de sus prácticas de Biología, inició su gusto por la Medicina. Posteriormente, estudió la Licenciatura de Médico Cirujano en la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, titulándose con la tesis “Hemoglobina fetal en el recién nacido”.

En el entonces Instituto Nacional de Nutrición hizo su residencia en Medicina Interna con el doctor Salvador Zubirán, quien fue “una persona aspiracional” para el doctor Kershenobich; ahí también realizó la especialidad de Gastroenterología. Después cursó Hepatología en el Royal Free Hospital de Londres y obtuvo el Doctorado en Medicina en la Universidad de Londres.

“El hígado es el gran laboratorio del cuerpo humano, en el cual se realizan prácticamente todas las funciones de digestión y metabolismo. Es un modelo para poder contestar algunas de las inquietudes que uno tiene, saber cómo funciona y por qué”, destaca al señalar que una de las cosas que más le atrajo de estudiarlo es porque se trata de uno de los órganos sólidos que se regenera y que al tratar de entender cómo funciona, se mezcla la investigación y la clínica.

Así, cuando regresó a México, fue uno de los fundadores de la primera Clínica de Hígado, donde se han formado gran parte de los hepatólogos. Junto con los doctores Marcos Rojkind y Ruy Pérez Tamayo, demostró que la fibrosis hepática es reversible, lo que tuvo reconocimiento nacional e internacional.

Entre las múltiples acciones, relacionadas con el estudio del hígado, de quien es Investigador Emérito nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, están la creación de la Fundación Mexicana para la Salud Hepática, desde donde promovió la vacunación universal en niños mexicanos contra la hepatitis B, y la Unidad de Investigación de Hígado y Páncreas en el Hospital General de México “Doctor Eduardo Liceaga”.

Tres esferas inseparables

“Veo muy difícil que en el concepto integral de hacer Medicina, pueda uno separar alguna de las tres esferas que la conforman”, afirma el doctor Kershenobich, pues “la asistencia a los enfermos es la parte primordial durante la formación en la escuela, pero una vez que uno practica la Medicina, se plantea interrogantes de por qué los enfermos tienen signos y síntomas, lo que lleva consigo una actividad de investigación.

“En cuanto a la enseñanza, yo diría que es muy tutorial, porque el alumno tiene a sus tutores o a sus pares enseñándole, y sin querer va entrando en ese proceso que tiene que ver con aspectos de educación”, afirma el también profesor de Gastroenterología de la FM desde 1975.

De su amplia trayectoria, destaca su gestión como presidente de la Academia Nacional de Medicina de México; miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM; secretario del Consejo de Salubridad General; presidente de las asociaciones mexicanas de Gastroenterología y de Hepatología, así como de la Internacional para el Estudio del Hígado. Ha recibido diversos reconocimientos, como la Condecoración “Eduardo Liceaga”, máximo premio que se otorga a un médico mexicano, y el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

Desde junio de 2012 dirige el INCMNSZ, donde ha mantenido la calidad y la seguridad en la atención, la educación y la investigación que se ofrecen desde hace más de 70 años. También está al tanto de los cambios en innovación que surgen, así como de los avances tecnológicos para incorporarlos al Instituto, porque “la Medicina no es estática y tiene descubrimientos y conocimientos de forma cotidiana”. Además, pone especial atención en la formación de recursos humanos, pues “se requieren jóvenes médicos bien preparados, ya que serán quienes seguirán manteniendo esta gran institución”, concluye.

Lili Wences