Además de conocer las características generales del virus SARS-CoV-2, es muy necesario analizar a profundidad las particularidades y características relevantes de este virus para así generar mejores propuestas para su posible tratamiento; desde el punto de vista farmacológico y de acuerdo con las características patogénicas y estructurales de este virus, se puede intervenir en su patogénesis disminuyendo su expresión, interrumpiendo su unión al receptor celular ACE-2, alterando su proceso de replicación, interviniendo en su proceso de maduración previo a su liberación e inhibiendo el proceso de “hiper-respuesta” inmune.

Empezando por el tratamiento basado en la cloroquina/hidroxicloroquina más un macrólido, el doctor Omar Carrasco Ortega, jefe del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la UNAM, comentó que en el caso de este medicamento, su volumen de distribución es amplio, razón por la cual se pensó en utilizarlo, ya que llega a todos lo segmentos corporales, donde modifica el pH intracelular y extracelular, impidiendo que el virus se una al receptor, y si ya entró a la célula, impide su liberación de las vacuolas de endocitos; por otro lado, los antibióticos del tipo macrólidos como la azitromicina, han sido utilizados para modular la respuesta inmunológica.

 “En ensayos preclínicos, esta combinación de fármacos impidió la infección viral y además moduló la respuesta inmune, pero al hacer lo estudios clínicos, vieron que no existió diferencia significativa para modificar el desenlace entre los que recibieron tratamiento de los que no lo recibieron, y en otro estudio posterior publicado en The Lancet, se observó que este tratamiento aumenta el riesgo relacionado con arritmias ventriculares; a través de estas observaciones, recientemente la OMS indicó que no se debe continuar el brazo de investigación que evalúa la hidroxicloroquina como posible tratamiento, por el aumento de riesgo de arritmias ventriculares y muerte”, señaló.

Otra combinación que está siendo evaluada es lopinavir/ritonavir, estos fármacos inhibidores de proteasa intervienen en la fase de maduración del virus. El doctor Carrasco explicó que el problema con este fármaco es su proceso metabólico, en el que la excreción urinaria es poca y el metabolismo principal es hepático, a través del sistema CYP3A4, por el cual se metabolizan mas del 70 por ciento de los fármacos.

“El ritonavir es un inhibidor de este sistema enzimático y en condiciones óptimas favorece su acumulación en las células mejorando su efecto antiviral, pero este mecanismo de acción contextualizado en una población como la nuestra, con un gran número de pacientes con comorbilidades y que toma un gran número de medicamentos, la posibilidad de interacción farmacológica es muy alta y eso aumenta la cantidad y severidad de los efectos adversos; además, en los estudios clínicos publicados en China, donde se esperaba ver un cambio en el número de días de mejoría después del tratamiento, no hubo una diferencia significativa respecto al placebo”, aclaró.

Durante la charla “Revisión farmacológica de las opciones terapéuticas contra la COVID-19”, transmitida por Facebook Live de la Facultad, el doctor Carrasco mencionó que se está estudiando el papel del tocilizumab, un inmunomodulador que interfiere en la unión de la IL-6 con su receptor y, por lo tanto, interfiere en las reacciones desencadenadas por esta interleucina involucrada en múltiples eventos inflamatorios como la tormenta citocínica. “Este fármaco es usado principalmente para el control del lupus y la artritis reumatoide, pero se ha observado una mayor incidencia de infecciones, especialmente infecciones respiratorias altas, además, se han reportado casos de perforación gastrointestinal, y existen personas con anticuerpos anti-tocilizumab en los que la respuesta es menor a la esperada”, recalcó.

Respecto al remdesivir, el doctor Carrasco señaló que se trata de un análogo de nucleótidos de adenosina desarrollado para el tratamiento del ébola, sin embargo no fue tan efectivo y su perfil de seguridad no es tan amplio; respecto a su mecanismo de acción, el investigador indicó que la adenosina forma parte del código genético, lo que significa que cuando el virus interactúa con la maquinaria celular, el profármaco incorpora la molécula de remdesivir en lugar de la adenosina, para que cuando el virus genere sus proteínas lo haga erráticamente y no sea infectante.

“Para el SARS-CoV-2 se han hecho estudios in vitro y les ha ido muy bien en los primeros ensayos; una de sus desventajas es que al tratarse de un medicamento de administración intravenosa, se ha observado una alta tasa de efectos adversos cuando la velocidad de infusión es errónea, presentándose hipotensión, principalmente; además, tiene ciclodextina como excipiente, que al acumularse en el riñón es altamente dañino, si pensamos en México, donde gran parte de la población tiene diabetes con un grado de insuficiencia renal, además de las otras tantas etiologías de patología renal prevalente en nuestro país, la posibilidad de presentar toxicidad renal es muy alta y también aumenta las transaminasas hepáticas, por lo que se ha descartado en pacientes con alteraciones hepáticas y renales”, agregó.

Señaló que existen otros tratamientos antivirales en estudio, como la ivermectina y la nitazoxamida que pueden modificar el proceso de interacción del virus con las células y que también existen estudios acerca del papel del cbd/canabidiol como modulador de la respuesta inmune, además se está analizando el papel de los anticoagulantes empleados en la tercera etapa de la infección, donde se han reportado estados procoagulantes secundarios a la inflamación endovascular.

“A pesar de que los medicamentos siguen en fases de estudio, se está probando una vacuna recombinante de adenovirus tipo 5 vectorizada en 36 sujetos, que probó inmunidad a los 14 y 28 días, eso continúa en estudio y se está evaluando su seguridad y eficacia”, concluyó.

Victor Rubio