La respuesta adversa a los alimentos se puede dar de distintas maneras, una de ellas es la intolerancia, que se define por la presencia de molestias que se relacionan con la ingesta de algún producto, como al consumo la leche y sus derivados, en el caso de la intolerancia a la lactosa.
Tener distensión y dolor abdominal, mayor cantidad de ruidos abdominales, expulsión excesiva de gas, aumento en el número de evacuaciones e incluso diarrea, luego de consumir leche o sus derivados, son signos de padecerla, indicó el doctor Luis Federico Uscanga Domínguez, integrante del Subcomité Académico de Gastroenterología de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina.
“La lactosa es la azúcar de la leche. Es un disacárido formado por dos moléculas simples de azúcar: la glucosa y la galactosa. Para absorberse, es necesario que estas moléculas se separen”, explicó quien también es jefe del Departamento de Gastroenterología en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”.
En México, el 30 por ciento de la población sufre de deficiencia de lactasa, la enzima que metaboliza el azúcar, por lo tanto, no se puede absorber la lactosa, y puede causar molestias. “Al no absorber la cantidad de lactosa que se ingiere, pasa a lo largo de todo el tubo digestivo; nuestra flora intestinal sí es capaz de metabolizarla, produciendo gas, ácidos grasos de cadena corta, más hidrógeno y más metano que, en personas sensibles, se manifiesta como distención abdominal”.
Sin embargo, estas molestias no siempre reflejan intolerancia a la lactosa, sino una absorción deficiente. “Se puede ser mal absorbedor, pero tolerar bien la lactosa, sobre todo en pequeñas cantidades. Por ejemplo, se pueden tener molestias si se toma un vaso de leche, pero no si se come una rebanada de queso. Esto es porque la leche tiene más lactosa que el queso”, señaló.
Una alternativa para no padecer la intolerancia y mejorar la absorción deficiente de lactosa es el consumo de lactasa como suplemento. “Se toma antes de consumir lactosa y se evita la absorción deficiente, mejorando la intolerancia y mitigando sus síntomas”, aseguró.
Otra opción muy socorrida son los productos deslactosados que, aunque disminuyen las molestias en algunas personas, no sucede así en todos los casos, pues no están totalmente exentos de lactosa. Además, no en todos los casos la intolerancia se debe a deficiencia de lactasa, sino a otras proteínas de la leche, como a los compuestos liberados de la digestión de la caseína, que pueden alterar el funcionamiento del aparato digestivo.
Algunas personas han sustituido el consumo de lácteos por otros de origen vegetal y, aunque esto es posible y resulta relativamente fácil, el experto aconseja asesorarse de manera profesional para no tener carencias nutricionales.
Más frecuente en adultos
La intolerancia, sobre todo la absorción deficiente de lactosa, no se observa en los niños, de hecho, se va desarrollando a lo largo de la vida. Esto tiene que ver con las necesidades fisiológicas, pues la alimentación de los bebés es básicamente leche, por lo que tienen una capacidad de digestión y de absorción muy alta.
“La mala absorción y la intolerancia se presentan a partir de los cuatro o cinco años y a lo largo de la vida. Es más frecuente y más alta en personas mayores de edad que en niños y jóvenes porque se va perdiendo la capacidad de sintetizar la enzima lactasa”, refirió.
Asimismo, aseguró que se trata de un rasgo programado genéticamente, pues las poblaciones que tienen tolerancia a la lactosa en adultos tienen alteraciones en el gen que va a codificar la producción de esta enzima.
“De hecho, es más común ser intolerante que ser tolerante”, apuntó el doctor Uscanga Domínguez. “La mutación anormal para el humano es ser tolerante no intolerante, puesto que requerimos menos leche para cubrir nuestras necesidades básicas”.
Mariana Montiel