Alegre e inspirador

Ser médico implica profesionalismo, humanismo, paciencia, empatía y sobre todo mucho trabajo. En promedio, un médico tarda entre 6 años y medio, y 8, en su formación, para poder dedicar su vida al servicio de los demás. Cuidando al enfermo, curando al paciente y entregando todas sus energías a los casos más exigentes que su trabajo le presente.

            En México, esta labor es una de las más respetadas, y para reconocerla, en 1937, en el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, se instituyó el 23 de octubre como “Día del Médico”, fecha en la que Valentín Gómez Farías inauguró el Establecimiento de Ciencias Médicas en el año de 1833, antecedente de nuestra Facultad de Medicina.

            Para reconocer y continuar incentivando esta noble profesión, la Facultad organizó un concierto en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, en el que se dieron cita personal médico, académicos, alumnos, exintegrantes de la comunidad y público en general, donde la Orquesta Sinfónica de Minería, bajo la dirección de Raúl Delgado, dio una muestra cultural impresionante.

            Entre los asistentes estuvieron tres grandes representantes de la Medicina nacional: los doctores Enrique Graue Weichers, rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente Ramírez, embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas, y Germán Fajardo Dolci, director de la Facultad de Medicina.

            En púnto de las 20 horas, la Orquesta comenzó a mover sus instrumentos, acomodar sus partituras y perfeccionar los últimos detalles, para que al primer movimiento de su director, salieran las melodías que tanto fascinaron al público.

            La primera canción fue Obertura del barbero de Sevilla, que con sus ritmos envolvieron a los asistentes inmediatamente, en un ambiente de fiesta y celebración. Las notas más difíciles salieron como poesía y las melodías más suaves dejaron un ambiente de bienestar a su paso.

            El concierto de Aranjuez, por su parte, contrapuso los ritmos cambiantes y juguetones de la pieza anterior: la guitarra de Pablo Garibay guió los sonidos relajados y emotivos de la Orquesta que, a su vez, bañaron de emociones a toda la sala. Por instantes, todos se encontraron en una burbuja mágica donde se podía apreciar las flautas, los violines, los flautines y los clarinetes.

            La segunda parte del Concierto comenzó con una sorpresa: se anunció que el público participaría en la Sinfonía de los juguetes; para ello, debajo de algunos asientos había sonajas, silbatos, ocarinas, triángulos de meta, matracas y panderos, que sirvieron para interpretar los sonidos de esta canción. Los presentes se emocionaron con esta dinámica, y a muchos se les salieron las lágrimas de felicidad.

            Los decibeles no bajaron, pues con Obertura 1812, la sala vibró y la Orquesta transmitía el sentimiento revolucionario. El director, por su parte, jugaba con los altos y los bajos de las notas para no perder en ningún momento la atención.

            Al final del evento, en las gradas detrás del escenario, los asistentes comenzaron a pararse y arroparse con unas bufandas amarillas; eran los coros “Aliis Vivere” de la Facultad de Medicina, “De Alquimistas”, de la Facultad de Química, y “Ars Iovialis” de la Facultad de Ingeniería, bajo el mando del director Óscar Herrera, quienes tenían una sorpresa para los médicos en su día, al interpretar Cielito Lindo junto con la Orquesta, para hacer el cierre del festivo evento.

Eric Ramírez