En un estudio realizado por la doctora Clara Fleiz Bautista, investigadora en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, para conocer la dimensión y el contexto del consumo de drogas en la frontera norte de México con Estados Unidos, se identificó que el 97 por ciento de las personas usaban diariamente heroína aplicada por inyección, mientras que el 68 por ciento lo hacía así para cristal, lo que conllevaba riesgos importantes para la salud por el potencial adictivo de cada droga y su forma de consumo, que es la combinación de ambas en una misma dosis en muchos de los casos.
Asimismo, informó que, de acuerdo al más reciente reporte mundial de drogas, 271 millones de personas en el planeta han usado estas sustancias en el año anterior, lo que se asocia al crecimiento poblacional, pero también a la llegada de drogas sintéticas, como los opioides, dentro de los cuales el fentanilo es de 50 a 100 veces más potente que la heroína.
Durante el Seminario permanente de Salud Pública de la Facultad de Medicina, la también integrante del Seminario de Estudios de la Globalidad de la UNAM consideró que se debe trabajar en el tema de la reducción de daños (RD) en México, la cual engloba un conjunto de acciones y políticas encaminadas a la reducción de infecciones de transmisión sexual (ITS) y muertes por sobredosis, dignificando la vida de las personas usuarias de drogas.
“Tenemos una serie de elementos socialmente construidos que tienen que ver con un modelo prohibicionista en el que a las personas que usan droga en lugar de ofrecerles opciones de salud se les persigue como delincuentes, construyendo así barreras para su acceso a los servicios de salud. La abstinencia no es el único fin en la atención a las personas que usan drogas; el objetivo también es reducir riesgos, basándonos en modelos de salud pública y derechos humanos”.
Dra. Clara Fleiz
Asimismo, explicó que las intervenciones que contempla la RD, incluye los programas de intercambio de agujas y jeringas; terapia asistida por medicamentos (naloxona, metadona y naltrexona) para personas con trastornos por consumo de opioides; prevención, asesoramientos y pruebas de detección de VIH, VHC, ITS y tuberculosis; terapia antirretroviral; información y educación a personas que se inyectan drogas y a sus parejas sexuales; apoyo emocional; prevención de sobredosis; testeo de drogas; curación de heridas y salas de consumo seguro.
“Necesitamos asegurar la disponibilidad de terapias asistidas por medicamentos para la dependencia a opioides; instaurar sistemas de alerta temprana para la identificación de nuevas sustancias; incorporar la atención terapéutica de estas poblaciones ocultas; sistematizar el registro de información de los ingresos y egresos hospitalarios por opioides y muertes por sobredosis, y profesionalizar los centros de rehabilitación. Las estrategias de reducción de daños deben realmente formar parte de las políticas de drogas”, concluyó la investigadora.
Mariluz Morales