En el mundo, la enfermedad mental no tratada cuesta 50 millones de años de trabajo y representa el 16 por ciento de todos los días vividos sin salud. El índice de carga de estas enfermedades es siete veces superior a la proporción de gastos en salud que se recibe para atenderla, que es del 2 por ciento, afecta a una tercera parte de la población en alguna parte de la vida y el 79 por ciento no recibe atención, apuntó la doctora María Elena Medina-Mora Icaza, jefa del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Durante la cuarta conversación del Seminario Webinar COVID-19: Salud, Economía y Ciencia, la especialista recordó que la salud mental forma parte de los objetivos de desarrollo sostenible, ya que dichos trastornos, más el abuso de drogas y alcohol, contribuyen en un tercio de la mortalidad por enfermedades no transmisibles. Además, en 15 de 17 metas, los determinantes sociales como la equidad, pobreza, inseguridad, género, traumas, epidemias y el capital social, se encuentran directamente relacionados con la salud mental.
“La mayor parte del costo es secundario a los días vividos sin salud, que representa el 4 por ciento del producto interno bruto, y se dice que para el año 2030, el costo de atención sería de 16 billones de dólares”, reflexionó.
Dentro de este contexto tan complejo aparece una nueva pandemia: COVID-19. A diferencia de otras, la transmisión de la información es casi inmediata, hay un exceso de información y mucha de ella es amenazante y productora de estrés. “Estamos ante una infodemia, y como población, sentimos el trauma vicario a través de lo que está pasando en otros países, y esto se ha reflejado en un aumento del estrés y la ansiedad de hasta tres a cuatro veces. Adicionalmente a estos factores, el insomnio, el abuso de sustancias y la vivencia de duelos, terminan produciendo incapacidad”, señaló la investigadora emérita del Sistema Nacional de Investigadores.
La doctora Medina-Mora comentó que los niños aprenden el manejo de la ansiedad y la resolución de problemas observando cómo lo hacen sus padres y se han reportado casos donde están manifestando problemas de conducta, alteraciones del sueño y problemas psicosomáticos, “se ha visto que los niños que estuvieron en cuarentena en epidemias anteriores presentan más problemas emocionales”, recalcó.
Al hablar sobre las particularidades psicológicas de esta epidemia, señaló que existen distintos elementos que la vuelven única, uno de ellos es el miedo, que es un sentimiento prevalente en gran parte de la población, fundamentado en diversos elementos, como que se trata de un virus “nuevo”, no se sabe lo suficiente sobre el contagio, no existe vacuna ni un tratamiento específico, no hay capacidad garantizada de respuesta de los sistemas de salud, adicionado a los videos en redes sociales que muestran la situación en otros países, sumado al miedo a la recesión y a la pobreza; todos estos factores perpetúan el estrés en la población.
Otro factor muy importante es el estrés postraumático. El trauma a largo plazo proporciona factores de riesgo que llevan a este tipo de estrés, “cuando se presenta una crisis, se revive la imagen sin poder concentrarse en otra cosa, y se puede presentar dificultad para dormir; cuando no es tratada, puede generar o agravar otros problemas de salud”, apuntó la investigadora, miembro de El Colegio Nacional.
En la situación que estamos viviendo, el estrés postraumático está relacionado con la cercanía percibida de la muerte, “vivimos una epidemia de miedo relacionada con el estrés; en condiciones normales la respuesta del organismo es de huir o atacar, pero estas respuestas no son posibles en la pandemia porque no es un evento pasajero, lo que nos lleva a la ansiedad, lo que se traduce en un mayor riesgo de casos de abandono escolar, embarazo adolescente, pérdida de empleo e inestabilidad emocional, de ahí la importancia de buscar una cobertura universal”, comentó la exdirectora del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”.
Adicional a estos problemas, las estrategias de mitigación tienen también consecuencias no deseadas, como el aumento en los casos de violencia hacia la mujer y de abuso sexual a menores en sus hogares. Apuntó que el aislamiento aumentó tres veces la violencia a la mujer en China y Reino Unido, y se la ha considerado como un problema de salud pública por la forma en la que está afectando en el mundo. “Si no se atiende la enfermedad mental por estas condiciones de violencia, la inversión en desarrollo tiene menos impacto y se suma al rezago”, indicó.
Respecto a la población en general, la doctora Medina-Mora recomendó algunas técnicas de autocuidado, como la activación física, el manejo de rutinas y no sobreexponerse a información catastrófica, y recalcó la importancia del asesoramiento mediante consultas virtuales para el manejo de enojo, del estrés y la ansiedad y la elaboración conjunta de estrategias de manejo de problemas.
Por otro lado, la profesora Medina-Mora señaló que el personal de salud está padeciendo otra crisis; factores como la carga de trabajo, la demanda de tiempo y la escasez de recursos, inducen trastornos relacionados con la exposición indirecta al trauma, que se traduce en cambios cognitivos en las trabajadoras sociales y médicos, que absorben los problemas de los enfermos, presentando fatigabilidad de compasión y síntomas de depresión.
Para concluir la doctora Honoris Causa por la UNAM recalcó la importancia de que las instituciones conozcan la prevalencia del agotamiento, identifiquen los factores del sistema de trabajo que aumentan la probabilidad de desgaste, comprendan las implicaciones del agotamiento, y escuchen las voces de los médicos que trabajan en estas instituciones, y de manera conjunta trabajen en promover actividades que diminuyan el estrés, provean lugares de descanso, brinden seguridad en las áreas de trabajo, y proporcionen acceso a consejeros y psicólogos, para ayudarlos con los pacientes y con ellos mismos.
“Resulta necesario un liderazgo claro y comprometido, así como la capacitación del personal de salud para estas nuevas actividades, trabajar en la elaboración de guías muy claras y que se cumplan sobre el manejo del equipo de protección, así como promover una cultura organizacional, cultivar la formación de la comunidad, y promover la flexibilidad e integración laboral, y respecto a los profesionales en salud mental, resulta vital prepararnos para atender lo efectos a largo y mediano plazo del agravamiento de los determinantes sociales, proporcionar un tratamiento oportuno a la población y continuar la investigación, para estar preparados para futuras epidemias”, concluyó la académica.
Victor Rubio