Los niños pueden estar preocupados, ansiosos y con miedo, incluso experimentar todo tipo de sentimientos similares a los que los adultos tienen, debido a la pandemia actual por COVID-19, explicó la doctora María Elena Medina-Mora Icaza, jefa del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Durante su conferencia, por Facebook Live de la Facultad, “El bienestar de niñas, niños y adolescentes en época de crisis: acciones frente a la pandemia”, señaló que uno de los errores de los adultos es pensar que ellos no están entendiendo lo que ocurre, sin embargo, sí lo saben y reaccionan ante ello. La manera en que ellos se comporten dependerá de cómo los adultos lo hagan, por eso es recomendable darles amor, atención y seguridad, contestar sus preguntas sin mentirles y de acuerdo con su desarrollo cognitivo.
“Ellos aprenderán de la manera en que afrontemos la amenaza y tendrá repercusiones a largo plazo. Es una etapa (infancia y adolescencia) de mucha vulnerabilidad en la que el cerebro se está preparando para la siguiente fase. El cerebro pasa por un proceso de cambio rápido y significativo, incluyendo la formación de nuevas sinapsis, hay poda progresiva de conexiones sinápticas que ya no se usan, y culmina con un reforzamiento de los circuitos más importantes. La plasticidad sináptica los hace más vulnerables ante riesgos ambientales, pero también da una oportunidad para fortalecerlos a través de la estimulación temprana, por ejemplo, por ello esta etapa es crucial para su formación. Debemos recordar que la productividad en la vida adulta tiene sus raíces en la infancia”, explicó la doctora Medina-Mora.
“Con esta pandemia estamos viendo un fenómeno muy interesante, hemos estudiado cómo los determinantes sociales incrementan el riesgo de enfermar, por ejemplo, el aumento de la pobreza incrementa el riesgo de mala salud; ser testigo de violencia, como consecuencia del confinamiento, también los afectará, así como el miedo y el estrés. El principal consejo para los padres de familia será dar tiempo diario a sus hijos, por lo menos 20 minutos, tener una comunicación clara, decirles siempre la verdad, hacerlos de una rutina flexible, protegerlos en el uso del Internet, escucharlos y hablar los problemas que les preocupan”, recomendó la especialista.
Asimismo, es importante recordar que en los últimos años se ha encontrado que los genes no siempre determinan las conductas de los hijos, pues su manifestación puede ser modificada a partir de la experiencia.
Por ello, es necesario intervenir con políticas públicas que se enfoquen en prevenir la violencia, que lleven a nuevas maneras de relacionarse, y no sólo para los hijos, sino también para los padres, y cualquier familiar, que pueda tener un conflicto, en especial en esta época de epidemia.
Eric Ramírez