El uso de cubrebocas es una de las intervenciones no farmacológicas usadas por la salud pública y tiene como función evitar la exposición a partículas de cierto tamaño, incluidos aquellos agentes que pueden afectar la salud. De manera habitual, el personal de salud ve al cubrebocas como una medida de protección y es parte del equipo de protección personal, sin embargo, como cualquier otro aditamento tiene una disciplina y forma de uso.

“Existen varios tipos de cubrebocas, el que más popular se hizo es el que se conoce como N95, este número es una clasificación de Estados Unidos que señala que filtra el 95 por ciento de las partículas, aunque también existen otras clasificaciones como FTP2 para Europa, muy popular ahora, y el KN95 para China; todos son lo mismo, el número sólo es el cumplimiento de una norma”, mencionó el doctor Carlos Pantoja Meléndez, Responsable del Proceso de Información de Inteligencia Epidemiológica de COVID-19 del Departamento de Salud Pública (DSP) de la Facultad de Medicina de la UNAM.

En el Seminario Permanente de Salud Pública, transmitido por Facebook Live de la Facultad, el experto señaló que el cubrebocas debe tener una disciplina y una técnica en cuanto a su uso, desecho y resguardo, y que durante el transcurso de la pandemia aparecieron manuales para el manejo del cubrebocas dirigidos al personal de salud, y también que cada uno de los fabricantes de éstos tiene un proceso de colocación y de procesamiento. Además, los procedimientos para el uso de cubrebocas en México están normalizados en varias instituciones, los cuales están hechos para contener dos tipos de transmisiones: por gotas y la aérea, siendo la única diferencia entre ambas el tamaño de la partícula.

El doctor Pantoja Meléndez agregó que “para que una persona enferme no sólo se necesita tener contacto con el virus, sino que se requiere una carga suficiente para enfermarse, es decir, aun los respiradores de alta eficiencia no es que no tengan cruce de virus, pueden tenerlo, lo que se sabe es que la gran mayoría serán contenidos; pero éste es el efecto, es decir, lo ideal es que todo mundo traiga mascarilla para que expectore menos y así el filtrado sirva al momento de inspirar”.

Como intervención de salud pública, el uso del cubrebocas no está hecho para evitar que se aspire el virus, sino para buscar que las partículas emitidas por un individuo que suponemos enfermo sean menores, y así sea menor la cantidad de virus en el ambiente, disminuyendo el riesgo de tener un contagio.

Finalmente, el experto mencionó que el uso de mascarilla es una medida extraordinaria que se usa durante un periodo de tiempo, pero que después deja de ser efectiva: “Aun sabiendo que ésta es una medida básica, el que uno la solicite no quiere decir que la gente la cumpla, porque va asimilando las medidas preventivas; y es que en realidad las medidas extraordinarias no deben volverse habituales, porque sabemos que si nosotros como epidemiólogos mantenemos presionado el efecto permanentemente, la medida se desgasta y cuando necesitamos echarla a andar de nuevo, no va a ser funcional y a veces es indispensable”.

Janet Aguilar