Versalles es un palacio de enormes proporciones que corresponden a la imaginación y al alto sentido que tenía Luis XIV, el rey sol, aquel personaje que abre la posibilidad de una monarquía absoluta con dimensiones casi divinas y, por lo tanto, necesitaba un hogar que correspondiera a la imagen de este rey mítico. La razón o un estimulante por el cual Luis XIV pudo emprender este vasto proyecto fue el Château de Vaux-le-Vicomte, un palacio de Nicolas Fouquet, un poderoso plebeyo que desde el reinado de Luis XIII había sido ministro de finanzas y que bajo el reinado de Luis XIV emprende este gran proyecto.

Cuenta la leyenda que Fouquet organizó una gran fiesta de inauguración en la que el invitado principal fue Luis XIV en compañía de la reina. El rey se queda sorprendido por la espléndida residencia de Nicolas, y debido a la envidia que le provocó ver que un plebeyo tenía un hogar mucho más lujoso y cómodo, hace que aprehendan a Fouquet, acusado de desfalco. Además, también se lleva al arquitecto Luis Le Vau, al jardinero André Le Nôtre y al decorador Charles Le Brun a trabajar al nuevo proyecto que será Versalles, explicó la maestra Nuria Galland Camacho, Responsable de Servicios Pedagógicos y Contenidos Académicos del Palacio de la Escuela de Medicina.

Durante el Curso-taller de Historia del Arte, transmitido por Facebook Live de la Facultad de Medicina de la UNAM, la experta indicó que en la arquitectura del Palacio de Versalles se puede observar un primer cuerpo, que era una cabaña rústica de Luis XIII, al que después le crecieron alas; también hay un jardín con un sin fin de fuentes que implicaban todo un esfuerzo en cuanto a la ingeniería hidráulica. Además, “hay una terraza esplendorosa de Versalles que se conoce como la orangerie, lugar donde se encuentran los naranjos. Es fascinante saber que la mayoría de plantas que se ubican ahí no son endémicas y llegaron a ser sembradas con un tamaño relativamente grande”.

Otro lugar destacable es el lago de la guardia suiza, que es un ejército de paga prestigioso que aún conserva el Vaticano y que, sin duda, el rey contaba con sus servicios. Este lago está inspirado en el canal de Venecia y se puede observar cómo la naturaleza se rige bajo la voluntad del hombre conforme está más cerca del palacio, y conforme se aleja, la naturaleza se torna exuberante y un tanto salvaje.

Al interior, Charles Le Brun tiene la misión de enaltecer la imagen de Luis XIV, plantearla desde una visión completamente apoteósica, triunfante y casi divina como le gustaba a él mostrarse, por lo que se puede ver su figura en todos los elementos decorativos del palacio. Otro espacio fascinante es la galería de los espejos, con unas dimensiones de 70 metros de largo y 12 o 15 metros de alto: “Lo que más sorprende es que por una parte está franqueado por una serie de ventanales que dan al jardín y del otro lado del muro están completamente cubiertos por arcadas de espejo, que esto era algo completamente insólito”, resaltó.

Finalmente, la maestra Galland Camacho señaló que cualquier persona podía entrar a los jardines de Versalles siempre y cuando portara sombrero y espada, y en caso de no tener había una oficina donde se podían alquilar.

Janet Aguilar