“Los martirios tienen que ver con este momento exaltado de la emoción en donde se vincula el tránsito entre la vida y la muerte, pero siempre con la esperanza de la salvación, y esa esperanza de la salvación es lo que hace que a los santos se les represente de manera estoica, no sufriendo, no gritando, sino soportando aquellos dolores”, reflexionó la maestra Nuria Galland Camacho, responsable de Servicios Pedagógicos y Contenidos Académicos del Palacio de la Escuela de Medicina.

En el Curso-taller de Historia del Arte, transmitido por Facebook Live de la Facultad de Medicina de la UNAM, recordó que en el arte occidental “los protagonistas más importantes, sin duda, han sido aquellos que ocupan la temática religiosa hasta después de mediados del siglo XVIII, en donde la sociedad se fue secularizando”. Varios de los personajes que encarnaban esta religiosidad eran mártires y santos.

“Pareciera que tienen ciertos valores, cierta moral mucho más exaltada; incluso a algunos se les consideraba capaces de lograr milagros, entonces de ahí la importancia. Eran modelos mucho más accesibles y directos”, indicó la especialista al mencionar que la Iglesia los utilizó como vehículos para la exaltación de actitudes y comportamientos de los feligreses para devenir en ejemplos y modelos a seguir.

“Hablando de los santos que pertenecen a las órdenes monásticas, sin duda el más popular va a ser San Francisco de Asís, aquel personaje relativamente contemporáneo para aquellos que empezaron a vivir el movimiento humanista”. Este santo cuestionó la riqueza terrenal que poseía la Iglesia y criticó a la institución al decir que no emulaba el camino de Cristo. Fundó una orden mendicante y fue tal su revolución popular que la Iglesia se planteó la posibilidad de convertir la orden franciscana en herejía.

Otro personaje que desestabilizó a la Iglesia hacia el periodo Barroco fue Martín Lutero que, en 1517 con su reforma protestante, criticó la forma de representar a los santos y mártires. Ante esto, la Iglesia respondió “con una miríada de imágenes donde se exaltan las virtudes de estos personajes de carne y hueso que nos invitan a seguir su camino”, dijo la maestra Galland Camacho.

Así, paulatinamente fue cambiando la forma de retratar estas figuras. A Santa Águeda, por ejemplo, se le representaba con sus pechos cercenados en una charola, pero en representaciones posteriores, como la de Andrea Vaccaro, en lugar de la charola, se le retrata con una venda en el torso que revela manchas de sangre de la mutilación.

Y la gran apoteosis de estas representaciones místicas de los santos es la capilla personal de la familia Cornaro, hecha por Gian Lorenzo Bernini. Este complejo teatral que implica la arquitectura, la escultura, la pintura y efectos de luz natural, retrata el éxtasis de Santa Teresa en el que un ángel le clava una saeta y le causa un dolor placentero al vincularla con lo divino.

La importancia de estos personajes reside en que encarnaron valores de su época y reflejaron las vicisitudes de su contexto de origen. “Mártir viene de la palabra testigo pero también tiene que ver con que sufrieron una tortura, triunfaron sobre el dolor físico, lograron salvar su alma y mantener su fe pese al dolor que les fue infligido”, concluyó la maestra Galland Camacho.

Diego C. Alverdi