“El infarto cerebral lo podemos definir como el daño causado en el tejido cerebral debido a una disminución de la perfusión sanguínea; en términos generales, es una de las mayores causas de muerte y principales causas de discapacidad”, explicó el doctor Héctor Eduardo López Valdés, Profesor Titular del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Durante el Seminario de Investigación de Fisiología, coordinado por el doctor Ricardo Martínez Tapia, el ponente aseguró que esto es un problema de salud pública muy importante, pues a pesar de los esfuerzos terapéuticos para prevenir y disminuir las consecuencias de un infarto cerebral, el número de muertes sigue en aumento.

Al hablar de las características clínicas de esta enfermedad, el ponente mencionó que las causas más comunes del infarto cerebral son de origen trombótico y, de acuerdo con las áreas dañadas, pueden ser focales o globales, siendo más frecuentes los infartos cerebrales focales.

También resaltó la importancia de la astrogliosis reactiva, ya que ésta es una respuesta de los astrocitos ante un daño; estas células realizan múltiples funciones homeostáticas y pueden tener una función pro recuperación o pro tóxica: “Los astrocitos tienen un papel fundamental en la protección neuronal, pero a largo plazo si esta respuesta permanece semanas, esta subpoblación particular de astrocitos impide que estos procesos de neuroplasticidad ocurran y esto se refleja en la falta de recuperación de la función dañada”, indicó el doctor López Valdés en el evento realizado en el auditorio “Dr. Octavio Rivero Serrano” y transmitido por YouTube.

“Existen dos tratamientos: los fibrinolíticos, donde un solo fármaco disuelve el coágulo, y las trombectomías, que son catéteres que se introducen generalmente cuando ocurre un bloqueo. A pesar de que los dos tienen un éxito considerable, la ventana terapéutica es muy corta, pues se considera que después de las 4.5 horas que comenzó el proceso patológico, la efectividad baja de manera considerable”, explicó.   

Asimismo, detalló que la accesibilidad a estos tratamientos es de entre 3 y 10 por ciento. Para que el porcentaje de éxito sea considerablemente alto, se requiere una infraestructura con gente especializada, un departamento de imagenología que confirme que se trata de un infarto cerebral y en la mayoría de los casos no se tiene esto; además, mucha gente con infarto cerebral tarda en trasladarse a un hospital, después de eso los servicios de emergencia tardan en confirmar el diagnóstico y cuando eso sucede ya pasaron las 24 horas, que es el umbral máximo que se puede esperar y, por otro lado, no todos los pacientes son candidatos a recibir alguna de esas dos terapias.

Por lo anterior, en su trabajo de investigación propone un tratamiento que no tenga tan poco umbral de espera y que los factores externos no puedan interferir en su mecanismo de acción: “Una de las ideas que hay en términos de abordar una técnica terapéutica prometedora, sería tratar de modular la respuesta exacerbada de los astrocitos reactivos, debido a que éstos se encuentran en la periferia de la lesión y se puede favorecer la neuroplasticidad de esta área. Además, estamos trabajando para perfeccionar una fórmula que nos permita hacer experimentos que sean menos invasivos para obtener imágenes o mapas de señales ópticas intrínsecas y también estudiar el fenómeno de despolarización periinfarto”, apuntó.

Vicky Enrimar