La docencia es una de las prácticas en las que el compromiso, la dedicación y la vocación son fundamentales, pues es una carrera dedicada a la formación de otros. A través del tiempo, la figura y la labor del docente se han transformado de distintas maneras hasta llegar al día de hoy, una época pospandémica en la que la sociedad se ha enfrentado a diversos retos que han requerido la implementación de nuevas tecnologías y modalidades.
En la actualidad, se vive un proceso de adaptación complejo en cuanto a las formas de trabajo en la transmisión y recepción del conocimiento, transitando de la virtualidad hacia la presencialidad a través de un modelo “híbrido” que no se ha definido por completo y que ha causado incertidumbre tanto en la práctica docente como en la comunidad estudiantil y la sociedad en general.
Con el objetivo de visibilizar la importancia de la salud mental de las y los docentes ante los desafíos de este proceso de adaptación en todos los niveles de educación, durante la sexta sesión del “Foro de preguntas y respuestas 2023, Hablemos claraMENTE”, organizado y moderado por la doctora Ingrid Vargas Huicochea, Coordinadora de Investigación del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental (DPSM) de la Facultad de Medicina de la UNAM, y transmitida por YouTube, se presentó el tema “Ser docente en el mundo actual, ¿cuáles son los retos para el bienestar y la salud mental?”, en el que especialistas expusieron las implicaciones que ha tenido la readaptación a la vida presencial después de la pandemia.
“Una de las tareas más importantes que tenemos como buenos docentes es generar empatía con nuestros estudiantes. Somos un equipo dentro y fuera de las aulas y yo como tu profesora o profesor soy un apoyo para tu crecimiento”, comentó la doctora Astrid Huitrón, maestra en Gestión Directiva de Instituciones en Salud y profesora en la Universidad del Valle de México, quien también habló de las diferencias circunstanciales y de recursos tecnológicos entre escuelas públicas y privadas, lo cual refleja un gran desafío para la educación. Además, compartió su manera de sentir durante las primeras clases virtuales: “Tenía miedo de no saber utilizar las plataformas o de no hacerlo correctamente; sentía angustia, ansiedad e incertidumbre al no saber si mis alumnos recibían los conocimientos que yo quería transmitir, sin embargo, esta experiencia me permitió implementar técnicas y juegos aplicados al aprendizaje para interactuar a distancia con mis estudiantes”.
La doctora en Ciencias en Educación en Ciencias de la Salud Olivia Espinosa, Profesora de carrera en la Facultad de Odontología de la UNAM, compartió su visión sobre lo que significa ser docente en el 2023: “Hemos pasado de ser transmisores de conocimiento a mediadores del mismo, no sólo nos preocupamos por seleccionar la información que será útil para los estudiantes, sino que también estamos al pendiente de su contexto”.
Añadió que un buen docente es aquel que orienta, apoya y acompaña al alumno en su desarrollo de habilidades personales y académicas: “Como formadora de formadores me he dado cuenta de que está en nuestras manos contrarrestar los efectos negativos que ocasionó la pandemia, desde nuestra posición como guías en la enseñanza debemos comprendernos unos a otros, darnos la mano de profesor a profesor, de profesor a estudiante y viceversa, cuando se practica la empatía todo fluye mejor”, compartió.
“Nos hemos cuestionado acerca de nuestra labor para redefinir el ‘ethos’ de la docencia y crear una definición de mí mismo como docente a través de construcciones sociales, filosóficas, cognitivas y afectivas”, argumentó el médico psiquiatra Luis Manjarrez, Jefe de sección académica en la Subdivisión de Especializaciones Médicas de la División de Estudios de Posgrado y profesor de pregrado de la Licenciatura en Neurociencias de la Facultad de Medicina de la UNAM.
A su vez, expresó que el ejercicio docente actualmente se encuentra en una fase de reestructuración, debido a que durante y después de la pandemia se vivieron crisis simultáneas en las que se visibilizaron las necesidades de los docentes, y puntualizó que “según diversos estudios, alrededor del 30 al 40 por ciento de la población docente ha presentado síntomas de síndromes afectivos como consecuencia de los cambios y adaptaciones que esta situación dejó”.
Por su parte, la maestra en Desarrollo Educativo Graciela Fragoso, quien es profesora de educación básica en secundaria y Subdirectora Secretaria de la Secundaria Técnica 224 “Hermenegildo Galeana”, compartió su experiencia como docente en este nivel: “Durante la pandemia vivimos un proceso muy complejo en cuanto a las nuevas modalidades de educación, las herramientas tecnológicas no fueron lo que se pensaba y la falta de recursos, además de la poca o nula comprensión de lo que estaba sucediendo, generó mucho miedo y aunque los profesores hicimos lo que pudimos con lo que teníamos, el rezago educativo se acentuó”, expresó al recordar la frustración que sintió durante este tiempo.
Por ello, consideró que “una de las mejores estrategias es conocer los procesos de aprendizaje de cada estudiante, aprender a negociar con ellos, tener el compromiso de conectar con los alumnos y llegar a un punto medio para trabajar en un mismo objetivo, pues la relación alumno-profesor impacta positiva o negativamente en los resultados académicos.”
La maestra en Ciencias Elsa Aguirre, profesora de la Facultad de Medicina de la UNAM, indicó que “el docente es un ser humano, es una persona con necesidades, preocupaciones y características específicas que realiza múltiples roles, por lo que es relevante tomar en cuenta los retos y tareas a los que nos enfrentamos cada uno de nosotros”.
De igual manera, afirmó que la labor actual como docente universitario está en búsqueda constante del equilibrio entre el proceso de enseñanza con base en las competencias profesionales y compensar situaciones tanto personales como del contexto del alumnado que se presentan a lo largo del camino. “Debemos aprovechar las oportunidades y herramientas que el modelo de educación a distancia nos dejó, tomar conciencia acerca de las características cognitivas y emocionales de cada población estudiantil y, sobre todo, mantenernos abiertas y abiertos a aprender y cuidar la manera en que nos sentimos”, concluyó.
Por L. Ixchel Díaz