En el marco del compromiso constante con la difusión y análisis de temas fundamentales, el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM realizó, el pasado 10 de noviembre, la 4ª Jornada Académica de Salud Mental. Este evento, organizado y moderado por la doctora Olga Marina Robelo Zarza, responsable del área de Comunicación en Salud Mental, brindó un espacio de reflexión sobre un tópico crucial: «Salud mental en reclusión, ¿un derecho universal?».

La ponencia, transmitida por YouTube estuvo a cargo de la maestra Laura Báez Galindo, especialista en Tanatología, Psicoterapia Transpersonal Integrativa y Criminología Forense, quien abordó la complejidad del sentido de vida en el ámbito carcelario: “La pandemia de COVID-19, que nos llevó al confinamiento domiciliario, es sólo una sombra de lo que significa esta realidad”, apuntó.

Asimismo, indicó que la salud mental en este contexto se centra en cinco ejes fundamentales: reinserción social, estancia digna y segura, seguridad jurídica, trato digno e igualitario, y no discriminación; y recae además en el circuito de atención que otorgue el sistema que impuso la reclusión, incluyendo a todo el círculo de custodia, línea legal, personal de salud y población penitenciaria en general.

Como seres humanos socializados, el comportamiento parte de la modulación de conductas, pero en el ámbito penitenciario hay una simbiosis de vivencia y supervivencia, lo que conlleva que cada uno de los estímulos de un agente estresante se sensibilice, y, por ende, se potencialice. “No hay libro, diálogo o persona que te pueda preparar para entrar a prisión. ¿Hay sentido de vida? Sí, pero bajo diferentes pilares, y uno de ellos es el instinto de sobrevivir”, subrayó.

En relación con ello, enfatizó la importancia de las redes de apoyo como primera herramienta de supervivencia, así como una de las diferencias principales entre la esfera varonil y femenil en reclusión, en conjunto con los roles sociales y las relaciones afectivas.

Abordó también cómo la construcción de la realidad difiere entre aquellos que aceptan su culpabilidad y aquellos que no aceptan su (a veces presunto) acto delictivo. “Es necesario aceptar el presente, el soporte del pasado y el beneficio de un posible futuro, para lograr un cambio de conciencia y reestructurar la conducta. De lo contrario, la condición psíquica se bloquea y ocurre la adhesión de una conducta de resistencia”.

Por otro lado, destacó la intervención activa de profesionales de la salud en el ámbito penitenciario y el seguimiento psicológico posterior para aquellos que se reinsertan en la sociedad.

Finalmente, reflexionó que, como profesional de la salud, se debe aprender a no ver al recluso con el dualismo de bueno-malo. El código ético como psicólogo penitenciario debe dictaminar en todo momento la salud mental y atención psicológica como un derecho universal de atención.

Por Athziry Portillo