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Tania González Mondragón, estudiante de la Licenciatura de Médico Cirujano
Durante el noveno semestre de la carrera de Medicina tuve la oportunidad de cursar la materia de Cirugía, una experiencia que dejó una marca significativa en mi formación profesional. El curso, impartido por el doctor César Reyes Elizondo, con una impresionante trayectoria y un profundo compromiso con la enseñanza, no sólo se centró en los aspectos técnicos, sino también en la importancia de la ética y la responsabilidad médica. Cada clase era una oportunidad para adquirir conocimientos esenciales para nuestra práctica clínica futura, siempre acompañados por un sentido de humanidad y dedicación hacia los pacientes.
Una de las experiencias más destacadas del curso fue mi participación en la exposición y asistencia de un caso de insuficiencia venosa crónica. El caso se centraba en una paciente de 59 años con antecedentes de diabetes, hipertensión y una larga historia de tabaquismo, quien presentaba varices en el miembro inferior izquierdo, acompañadas de calambres y edema. Como parte del manejo quirúrgico, se realizó una safenectomía, una intervención destinada a la ligadura y extracción de la vena safena mayor afectada, junto con una flebectomía y escleroterapia para mejorar el flujo sanguíneo y aliviar los síntomas de la paciente.
La preparación para la exposición me permitió profundizar en la anatomía vascular, la fisiopatología de la insuficiencia venosa crónica y las indicaciones para procedimientos como la safenectomía. Además, aprender sobre técnicas quirúrgicas específicas, como la ligadura alta de la safena y la extracción de varices a través de incisiones mínimas, me hizo comprender la precisión y la habilidad necesarias para estas intervenciones.
El día de la cirugía fue una mezcla de emociones. Al ingresar al quirófano, sentí una mezcla de nerviosismo y emoción. Era consciente de que estaba a punto de ser parte de un procedimiento que, más allá de la técnica, tenía un impacto real en la vida de la paciente. Observar cada paso del procedimiento me permitió entender la importancia del trabajo en equipo y la coordinación precisa que se requiere en cirugía. Cada movimiento de bisturí y sutura me enseñó sobre la meticulosidad y el cuidado que implica la práctica quirúrgica.
El momento culminante para mí fue cuando, después de la intervención, observé la expresión de alivio en la paciente. Me di cuenta de que la cirugía no sólo era una técnica médica, sino una forma de devolver la calidad de vida a las personas. Esta experiencia reforzó mi pasión por la medicina y despertó en mí un interés especial por la cirugía vascular. Fue una oportunidad que me hizo apreciar el impacto directo que nuestras acciones pueden tener en los pacientes, inspirándome a seguir esforzándome por mejorar cada día.
En retrospectiva, el curso de Cirugía no sólo amplió mis conocimientos y habilidades prácticas, sino que también fortaleció mi vocación de servicio. El doctor que nos guió en este proceso fue fundamental para mi formación, brindándonos herramientas útiles y enseñándonos con un enfoque que siempre prioriza el bienestar del paciente. Esta experiencia me reafirma que, aunque el camino en la medicina es exigente y está lleno de desafíos, cada paso nos acerca más a ser profesionales que marcan una diferencia real en la vida de los demás.