Investigaciones realizadas por la doctora Sofía Murga Garrido, egresada del Plan de Estudios Combinados en Medicina (PECEM), en modelos con ratones germ-free (libres de microbiota) y convencionales han demostrado que el uso de antibióticos durante el embarazo retrasa aproximadamente un 10% el desarrollo de la epidermis en el útero. Al respecto, la investigadora señaló que se observaron deficiencias en la formación de la barrera cutánea fetal en grupos de roedores con alteración (por antibióticos) o depleción (germ-free) de la microbiota intestinal materna.

Además, se detectaron diferencias en la expresión de genes relacionados con la inmunidad y la diferenciación de la capa más externa de la piel, así como en metabolitos microbianos clave para la función epitelial. “Estos hallazgos son relevantes porque la disfunción de la barrera cutánea, las alteraciones inmunes, los cambios en la microbiota y factores ambientales y genéticos son componentes conocidos de la dermatitis atópica”, explicó la doctora Murga Garrido.
El estudio, que busca comprobar si estas alteraciones derivan en dermatitis atópica neonatal, se inspiró en investigaciones previas. En 2010, la egresada del PECEM descubrió el concepto de microbiota a través de un podcast y se interesó por su papel en la salud. Más tarde, el trabajo del doctor David Margolis -quien analizó el impacto de antibióticos como penicilina, macrólidos y cefalosporinas durante el embarazo en una cohorte de más de 1.2 millones de madres e hijos en el Reino Unido (2004-2021)- reforzó su hipótesis. Los datos mostraron que los hijos de mujeres tratadas con estos fármacos, principalmente por infecciones como Estreptococo Grupo B, tenían mayor riesgo de desarrollar dermatitis atópica en la infancia, incluso tras ajustar variables como antecedentes familiares, tipo de parto o disbiosis vaginal.
“Me pareció fascinante que el vínculo persistiera tras considerar múltiples factores”, comentó la investigadora, quien planteó que los antibióticos alterarían la microbiota intestinal materna, afectando metabolitos que llegarían al líquido amniótico y, en consecuencia, al desarrollo de la piel fetal.

Ciencia y maternidad: un equilibrio posible
La doctora Murga Garrido destacó que el apoyo institucional fue clave para el proyecto, aunque el mayor desafío fue conciliar la investigación con su rol como madre. “Vivimos en Filadelfia, lejos de nuestro núcleo familiar y de nuestros amigos más cercanos. De manera que no contamos con las manos extras. He tenido que organizarme y cabalmente cumplir con el horario que establezco para realizar mis experimentos de manera eficiente, seguir avanzando científicamente y ser 100% mamá en mi tiempo con Renato, amiga con mi gente y pareja con Ernesto, el reto ha sido re-equilibrar y mantener todos los círculos y actividades que me conforman”.
En ese sentido, indicó que esta etapa de su vida es increíblemente satisfactoria, puesto que nunca había estado más orgullosa de sus resultados, tanto en el ámbito de la ciencia como en la familia: “Me llena de amor y orgullo haber creado a un niñito tan a todo dar y, paralelamente, haber levantado este proyectazo científico desde cero. Claro que para llegar aquí el camino no fue fácil. Trabajé muchísimo, tuve entrenamientos, conversaciones difíciles, clavados en un mar de literatura científica, frustraciones, miedos, náuseas, cansancio y tobillos hinchados” .
Como consejo para quienes enfrentan retos similares, resaltó la importancia de creer en uno mismo y rodearse de colaboradores comprometidos. “Hay que ser valiente, apostar por las ideas y buscar aliados que también crean en ti”, concluyó.
María Morales y Lili Wences