“Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad a nivel mundial, afectando tanto a hombres como a mujeres, especialmente en mayores de 65 años. El ejercicio físico se ha convertido en una herramienta fundamental para transformar esta realidad, no sólo mejorando la condición física, sino también reduciendo significativamente el riesgo de mortalidad y hospitalizaciones”, señaló la licenciada en Fisioterapia Ingrid Sthefanya Hernández Rodríguez, académica del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Durante la conferencia organizada por la Coordinación de Comunicación Social y transmitida por YouTube, la ponente abordó los complejos mecanismos fisiológicos mediante los cuales el ejercicio modifica la salud cardiovascular, destacando su importancia crucial en la prevención y tratamiento de enfermedades como la hipertensión y los accidentes cerebrovasculares.

“El sistema circulatorio humano está compuesto por diferentes tipos de vasos sanguíneos que regulan el flujo de sangre en el cuerpo. Las arteriolas regulan el flujo sanguíneo hacia los órganos mediante la contracción y expansión de sus paredes musculares, mientras que los capilares son los únicos vasos que permiten el intercambio de nutrientes y desechos entre la sangre y los tejidos”, explicó la académica al detallar la anatomía del sistema cardiovascular.
Enfatizó que las enfermedades vasculares como la hipertensión arterial y las cardiopatías coronarias pueden afectar gravemente el funcionamiento del sistema circulatorio. “Las cardiopatías coronarias son cruciales, ya que aumentan el riesgo de infartos al miocardio debido a la obstrucción del flujo sanguíneo hacia el corazón. La isquemia miocárdica se refiere a la falta de oxígeno al corazón, causando dolor torácico conocido como angina de pecho”, detalló.

Respecto a los accidentes cerebrovasculares, la especialista indicó que “son causas principales de discapacidad en el país, y pueden ser isquémicos o hemorrágicos, siendo estos últimos más peligrosos. A pesar de ser menos comunes, los accidentes hemorrágicos causan graves daños cerebrales y secuelas significativas”.
En ese sentido, la ponente destacó la evolución en el enfoque terapéutico: “El ejercicio físico se ha convertido en una terapia recomendada para pacientes con enfermedades cardiovasculares, mejorando su recuperación emocional y física tras un infarto. Este cambio en el enfoque terapéutico ha sido respaldado por investigaciones recientes”.
De igual forma, explicó la diferencia fundamental entre actividad física y ejercicio: “La actividad física es cualquier movimiento que requiere energía, mientras que el ejercicio es planificado y tiene objetivos específicos. Los ejercicios aeróbicos, que requieren mayor consumo de oxígeno, son comunes en programas de rehabilitación cardiaca, incluyendo actividades como nadar, correr o bailar”.

En cuanto a los mecanismos fisiológicos, detalló que “el ejercicio aeróbico tiene un efecto significativo en la reducción de la presión arterial a través de varios mecanismos. Estos incluyen la producción de óxido nítrico, que ayuda a relajar las paredes arteriales provocando vasodilatación, y la angiogénesis, que genera nuevos vasos sanguíneos disminuyendo la resistencia vascular”.
Asimismo, presentó datos relevantes sobre los beneficios del ejercicio: “Las personas que realizan ejercicio físico aeróbico tienen un 31% menos de hospitalizaciones, lo cual disminuye el riesgo de contraer otras enfermedades. El VO2 Max es un indicador clave de la capacidad aeróbica y refleja la eficacia del cuerpo para utilizar oxígeno durante el ejercicio”.

La licenciada Hernández Rodríguez concluyó su presentación subrayando la importancia de un enfoque integral: “La dosificación del ejercicio en rehabilitación cardiaca varía según las características individuales de cada paciente y debe ser realizada por profesionales de la salud capacitados. La colaboración con nutriólogos es esencial, ya que una nutrición adecuada complementa el ejercicio, contribuyendo a mantener un peso saludable y reducir el riesgo de enfermedades crónicas”, finalizó.
Asimismo, el trabajo con médicos también es crucial, porque en el caso de personas con hipertensión arterial, el ejercicio físico puede disminuir hasta 13mmHg la presión arterial sistólica. Sin embargo, esto podría no ser suficiente para alcanzar el umbral debajo de 130mmHg, por lo que se les prescriben medicamentos antihipertensivos que contribuirán a este fin.
Fernando Jacinto