Estrategias de guerra, decisiones políticas, dudas y misterios de la antigua Grecia eran revelados por los dioses a reyes y sabios en el Oráculo.

“En una noche mística”, el Palacio de la Escuela de Medicina -antigua sede de la Inquisición- se transformó en un Oráculo que reunió varios consultantes interesados en conocer “los libros prohibidos” por el Index librorum prohibitorum de la Congregación del Santo Oficio.

“Autores universales tuvieron que esconderse o cambiar el final de sus textos para no ser condenados al fuego eterno de la Inquisición: Honoré de Balzac, Émile Zola, Maurice Maeterlinck, el Marqués de Sade y Víctor Hugo, fueron algunos de ellos”, refirió el mago espiritista literato profano que dirigió la sesión.

Mediante un trance, llegó a un lugar de la Mancha -de cuyo nombre no se acordaba- en el que en Don Quijote y Sancho Panza vieron gigantes en molinos de viento, gracias a la pluma de Miguel de Cervantes Saavedra.

En otro momento, fue un estudiante llorando por amor, en un cuento de Oscar Wilde, y en otro, la joven Adela, de Federico García Lorca, huyendo de la vara dominadora de su madre.

En el marco de la Noche de Museos, Iván Máximo Mabaz, de “Fénix Novohispano, Compañía Nacional de Teatro Clásico”, quien interpretó al mago, explicó que el monólogo “Oráculo” tiene como finalidad que la gente se interese por la literatura universal. “Les conté de qué tratan los ‘libros prohibidos’ y ahora los buscarán para saber por qué fueron censurados”.