¿Quién no ha gozado de la esencia de un perfume o ha recordado su hogar por el aroma de la comida recién hecha? Esto es posible gracias al olfato, el cual es capaz de discriminar hasta más de un millón de olores a pesar de sólo contar con mil receptores para esta función.

Sin embargo, “existen trastornos de la olfacción, que se presentan en mayor proporción conforme se avanza en edad y que no deben confundirse con el decremento normal en el adulto mayor”, explica el doctor Bruno Estañol Vidal, jefe del Laboratorio de Neurofisiología Clínica del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, como parte del Viernes Cultural de la Facultad de Medicina.

Entre los más conocidos se encuentran la anosmia, hiposmia, hiperosmia, disosmia, fantosmia y agnosia que se refieren a la incapacidad, disminución, aumento, distorsión, ausencia de estímulo y/o pérdida de capacidad de reconocimiento en el olfato, respectiva-mente.

“Sin embargo, es mucho más complejo, puesto que al participar como mecanismo de supervivencia, cuando se afecta pone en peligro a la persona por la dificultad para detectar situaciones de riesgo como una fuga de gas”, ejemplifica el también miembro titular de la Academia Nacional de Medicina de México.

Las principales causas que generan alteraciones en este sentido pueden ser pasajeras, como el resfriado común, o permanentes, al provocar lesiones en el epitelio olfatorio como infecciones graves del tracto respiratorio superior, exposición a toxinas, enfermedades neurodegenerativas o congénitas y traumatismo; además de estar asociadas a convulsiones, Alzheimer, Parkinson, e incluso tumores cerebrales.

Por otro lado, los olores pueden traer consigo una serie de recuerdos e influir en el estado de ánimo llegando a afectar el desempeño laboral. Esto sucede por el proceso de codificación de olores: “Los estímulos olorosos en el epitelio nasal se convierten en percepciones en el bulbo olfato-rio que finalmente conecta con centros emocionales y de la memoria”, señala el doctor Estañol Vidal.

Para saber si una persona padece algún tipo de desorden del olfato existen pruebas diagnósticas específicas que evalúan nivel de sensación, discriminación, lateralidad y el umbral de percepción.

Otro punto interesante señala que el olfato y el gusto, al relacionarse con el sistema de recompensa, pueden estar involucrados en el proceso de adicciones que incluyen la sal, cuyo resultado a largo plazo es la hipertensión arterial, lo dulce, involucrado con diabetes mellitus, y a los alimentos en general con la consecuente obesidad.

“El olfato y el gusto constituyen el sistema de quimiorrecepción más importante del ser humano, el cual es fundamental para la alimentación, la actividad sexual, la memoria, las emociones y otras funciones”, concluye.

Mariluz Morales