Desde épocas ancestrales, los pueblos originarios de América conocían y utilizaban plantas y hongos con fines curativos y rituales, sin embargo, tras la colonización y bajo la mirada europea, estas prácticas adquirieron otros sentidos desde la moral y forma de ver el mundo en Occidente.
“Desde del primer contacto que tuvieron los europeos con la población nativa de América, se inició una historia de incomprensiones de su vida religiosa, que continúa hasta nuestros días”, aseguró el antropólogo Julio Glockner en la Facultad de Medicina (FM), durante la presentación del número 127 de la revista Artes de México, dedicado a las plantas sagradas.
“El pensamiento judeocristiano y un soberbio racionalismo anteponían la imagen del diablo a toda interpretación del culto a la naturaleza y a los antepasados, que alimentaban la vida espiritual de los habitantes de América”, refirió.
La reiteración de los argumentos etnocéntricos de los conquistadores, incluyendo “el lamentable papel de tontos en el que tenían [a los habitantes originarios], ha logrado opacar una interpretación distinta de lo que acontece cuando los chamanes consumen plantas con sustancias psicoactivas”, indicó quien es investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Con el paso de los siglos, la figura del demonio como responsable de estas prácticas se fue desdibujando para recaer en el consumidor como “pecador” y se trasformó nuevamente, a mediados de siglo XIX, en “el adicto, trastornado mentalmente, con una extraña conducta antisocial, que lo aproxima peligrosamente a la figura del delincuente. En este punto es en donde estamos en México todavía”.
De este modo, la mirada occidentalizada ha impedido entender el uso ritual y medicinal de las plantas sagradas para las culturas originarias, en donde la dimensión espiritual contiene toda una geografía sagrada y la “copresencia” de seres que la habitan, formando parte de la realidad de estas comunidades, la cual se hace asequible, en algunos casos, a través del consumo de las plantas y los hongos.
De acuerdo con el especialista, “la noción de lo sagrado desvanece las fronteras entre el mundo exterior e interior a las que nos hemos acostumbrado en la cultura occidental moderna. Las imágenes que se tienen al consumir las plantas son consideradas por la ciencia moderna como alucinaciones porque se parte de la idea de que carecen de un emisor externo y son producto de la mera subjetividad del individuo, sin embargo, un chamán piensa que mediante la ingestión de estas plantas se abre la oportunidad de ver, no hacia su propio interior, sino hacia la conformación esencial del mundo, donde espíritu y materia son uno mismo”.
Siguiendo esta lógica, que establece diferencias entre la alucinación y la percepción de copresencias espirituales, en 1979, el etnobotánico Robert Gordon Wasson acuñó el término enteógenos, que significa “volverse divino interiormente o Dios dentro de nosotros”, para denominar a las plantas sagradas, en lugar de “alucinógenos” o “psicodélicos”, que no corresponden a la cosmovisión de quienes las emplean de manera tradicional, apuntó la maestra Antonella Fagetti, investigadora de la BUAP, quien también participó en la presentación de la publicación, en el marco del Viernes Cultural que organiza la FM.
Mariana Montiel