Mujer nahua (mexikame) de Atlantongo, Pahuatlán, Sierra Norte de Puebla. Foto: Tizoc Manuel Flores Espíndola.
Comunicarse desde idiomas y culturas distintas a veces puede constituir una importante barrera, y el encuentro entre el profesional de la salud y el paciente que habla una lengua originaria no es la excepción, ya que esto puede repercutir en el proceso de salud/enfermedad, en la atención y, por ende, en el diagnóstico y tratamiento.
Recordemos que las poblaciones indígenas tienen usos y costumbres propias. Poseen formas particulares de comprender el mundo y de interactuar con él. Visten, comen, celebran sus festividades, conviven y nombran a sus propias autoridades, de acuerdo con la concepción que tienen de la vida.
De acuerdo con la Encuesta Intercensal 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 12 millones 25 mil 947 mexicanos son de origen indígena, lo cual representa el 10.1 por ciento de la población total. Asimismo, las lenguas originarias más habladas en el país son el náhuatl (23.2 por ciento) y el maya (13.5 por ciento).
La falta de salud en la población originaria de México constituye una preocupación central, pues su perfil epidemiológico está relacionado con una elevada mortalidad (infantil y general) y patrones donde predominan la desnutrición, las enfermedades maternas y perinatales, así como las infecciosas.
Sin embargo, en ocasiones, las acciones realizadas desde las instituciones de salud y enseñanza o el consultorio particular no reconocen la diferencia cultural de los grupos sociales existentes en el país.
Sólo teniendo en consideración los factores socioculturales del enfermo será posible hablar de calidad en la atención a su salud.
En México existen 68 lenguas originarias, cada una con variantes dialectales dependiendo la región. Tan sólo el náhuatl o mexicano tiene 30 variantes, según el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. En esta ocasión, para celebrar el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, te presentamos cómo se dicen algunas las partes del cuerpo en náhuatl de la sierra noreste de Puebla.
Por Jorge Olmos* y Mariana Montiel
*médico pasante