Como especie, la humanidad nunca ha estado expuesta al SARS-CoV-2, por lo que todos son susceptibles de presentar COVID-19. Entonces surge la pregunta ¿qué se necesita para controlar la epidemia?

Para ello, es necesario trabajar en siete objetivos principales: conocer el número de casos, incluyendo los asintomáticos, detectándolos mediante el uso de pruebas virales; identificar los factores de riesgo y la transmisibilidad a través de estudios domiciliarios; estudiar la pirámide de severidad mediante la integración de fuentes múltiples; delimitar los factores de riesgo de infección y severidad con estudios de casos y controles; conocer la severidad y la tasa de ataque con el uso de estudios comunitarios; identificar el tiempo de infectividad e intensidad con estudios de carga viral, y continuar la investigación de los tratamientos y vacunas.

“AstraZeneca anunció que a finales de año tendrán 400 millones de dosis y al siguiente semestre mil millones de dosis y que, gracias a un convenio de colaboración con Argentina y México se tendrán 250 millones de dosis más; según lo mencionado por esta compañía, es altamente probable que a principios del semestre del próximo año se podría ver la disponibilidad de esta vacuna”.

Dra. Rosa María Wong Chew.

Al respecto, el doctor Gustavo Olaiz Fernández, coordinador del Centro de Investigación en Políticas, Población y Salud de la Facultad de Medicina de la UNAM, destacó que “en cuanto al uso de las pruebas en la actualidad y cómo se relacionan entre ellas, el objetivo es lograr una mejor discriminación entre la población sana y la enferma y, actualmente, se cuenta con pruebas que ofrecen una sensibilidad mayor del 95 por ciento y una especificidad de hasta 99.8 por ciento”.

“Dado este actual sistema de detección, se justifica totalmente la necesidad del uso de estas pruebas en las que primero se detecta RNA mediante la prueba RT-PCR que identifica fracciones virales y, después, se identifican anticuerpos IgM e IgG, y para ello se cuenta con pruebas inmunológicas, con técnicas como ELISA, CLIA y la inmunocromatografía”, apuntó.

Por su parte, la doctora Rosa María Wong Chew, jefa de la Subdivisión de Investigación Clínica de la División de Investigación de la Facultad, destacó que en cuanto a tratamiento se sabe que hay 2 mil 115 estudios registrados en clinical trials y que, el 4 de julio de 2020, la Organización Mundial de la Salud anunció la interrupción del grupo de tratamiento con hidroxicloroquina y lopinavir/ritonavir del Ensayo Solidaridad, que incluye 400 hospitales en 39 países y 5 mil 500 individuos hasta el 1 de julio; además de este ensayo, el de Recovery del Reino Unido y Discovery de Francia mostraron que este grupo de fármacos no disminuye la mortalidad comparado con tratamientos de referencia.

Asimismo, el estudio Recovery mostró que la dexametasona disminuye la mortalidad en un 30 por ciento en pacientes graves intubados con COVID-19; por otro lado, se ha demostrado que el antiviral remdesivir disminuye el tiempo de hospitalización y mortalidad en los pacientes con enfermedad moderada que requieren oxígeno, y se ha reportado en el estudio COVACTA que el tocilizumab no tiene ningun beneficio en la disminución de la mortalidad en pacientes graves con COVID-19.

En la charla “Actualización de la pandemia por COVID-19”, transmitida por Facebook Live de la Facultad, la doctora Wong Chew señaló que, en cuanto a las vacunas, existen plataformas para su desarrollo, es decir, estudios previos a los que se les hacen pequeños cambios para ser usados en distintos patógenos.

Asimismo, mencionó que, para desarrollar una vacuna, existen varias fases: la etapa exploratoria, que consiste en la identificación de antígenos o de vacunas candidatas; la fase preclínica, que reside en la realización de estudios en modelos animales y en líneas celulares; la fase uno, donde se estudia la seguridad y la respuesta inmune en decenas de personas; la fase dos, en la que se valora la eficacia y la respuesta inmune en cientos de personas; la fase tres, donde se analiza la seguridad y efectividad en miles de personas; y la fase cuatro, en la que se realizan estudios postmarketing, donde se estudian efectos adversos muy raros en la población en general con una duración de uno a tres años.

“Sabemos que el SARS-CoV-2 se puede transmitir por un tiempo prolongado, ya que tiene un tiempo de incubación de 12 a 14 días e incluso se han reportado casos de hasta 27 días postexposición, lo que dificulta su control, ya que existe una ventana muy amplia de distribución de la enfermedad en periodo presintomático, traducido como un alto riesgo de contagio.”

Dr. Gustavo Olaiz Fernández. 

“Durante la pandemia, una vez que se tiene la información genética o la vacuna candidata, se empieza el desarrollo clínico en meses y una vez que está en la fase dos o tres, se empieza la producción de la vacuna a gran escala; actualmente sabemos que hay 28 vacunas candidatas en fases clínicas, 139 candidatas en estudios preclínicos y seis vacunas en fase tres: la vacuna de vector viral no replicativo ChAdOx1-S de la Universidad de Oxford y AstraZeneca; la vacuna de mRNA encapsulado de Moderna y NIAID; la vacuna de RNA de BioNTech, Pfizer y Fosun Pharma; y las vacunas inactivadas de Sinovac y los Institutos de Productos Biológicos de Wuhan y Beijing con Sinopharm”, señaló la especialista.

Finalmente, ambos investigadores destacaron que el virus sigue circulando con una gran transmisión comunitaria, que se contagia por superficies contaminadas, pero en un porcentaje muy pequeño, y que la mayor proporción de contagios es por aerosoles, de ahí la importancia del uso de cubrebocas y el evitar lugares concurridos. Además, señalaron la importancia de consultar sólo fuentes oficiales y confiables, y no olvidar que la prevención continúa siendo lo más importante.