La edad no es el único factor que ha generado una alta letalidad por COVID-19 en el grupo de los adultos mayores, también intervienen otros determinantes sociales de la salud como el género, la etnicidad y la clase social. A lo que se suma la dependencia y la necesidad de cuidados. A raíz de la pandemia hubo un aumento de la mortalidad en asilos de diversas partes del mundo.
La pandemia ha tenido un comportamiento heterogéneo entre la población mayor, donde intervienen factores como la edad, la esperanza de vida, comorbilidades, factores hormonales y acceso desigual a los servicios de hospitalización y terapia intensiva. De acuerdo con algunas investigaciones, los hombres presentan más síntomas respiratorios, por lo que son hospitalizados con mayor frecuencia que las mujeres, sobre todo en las unidades de cuidados intensivos.
“El trabajo productivo y reproductivo también ha influido, al inicio los contagios se daban más en población masculina; posteriormente, cuando la transmisión del virus se volvió comunitaria, se incrementó el contagio en mujeres, relacionado con su papel como cuidadoras en los hogares”, explicó la doctora Lucero Aída Juárez Herrera y Cairo, académica de la Licenciatura de Medicina en la Universidad del Valle de México en Hermosillo.
En el Seminario Permanente de Género en Salud, transmitido por Facebook Live, la académica dio a conocer los resultados de un trabajo de investigación que realizó con su equipo mediante encuestas electrónicas sobre los cuidados que reciben los adultos mayores durante el confinamiento. Obtuvieron mil 567 respuestas: el 62 por ciento de los hombres y el 67 por ciento de las mujeres que respondieron la encuesta reportaron cuidar a un adulto mayor; 25 por ciento de los hombres y 29 por ciento de las mujeres reportaron ser el cuidador principal.
Asimismo, se encontró que al ser mujer se tiene una probabilidad 1.38 veces mayor de ser cuidadora en compa-
ración con los hombres. Las personas encuestadas proveían cuidados en mayor proporción a abuelas y madres que a abuelos y padres; el 1.7 por ciento de las personas encuestadas brindaban cuidados a su pareja.
Las actividades difirieron, pues mientras los hombres se encargaban principalmente de comprar la despensa y llevar a los adultos mayores a sus citas médicas, las mujeres reportaron participar más en las actividades del hogar.
Por otra parte, las personas de entre 51 y 60 años fueron las que más proporcionaron cuidados, se encontró participación de las y los jóvenes, y de personas adultas mayores que también cuidaban. Asimismo, se observó que la mayoría de estas personas contaban con seguridad social y vivían con algún familiar, principalmente hijas. Sólo un 7 por ciento recurrieron a contratar cuidadores profesionales. La presencia en asilos o residencias fue baja (1 por ciento). Se encontró un alto reconocimiento de la vulnerabilidad de las personas mayores, y se reportó que experimentaban miedo a morir o a enfermar, así como incertidumbre, estrés, ansiedad y nerviosismo.
Los cuidados eran asumidos e identificados de diferentes maneras relacionadas con los roles de género socialmente asignados, que reproducen el trabajo reproductivo de las hijas y la doble jornada. “Es importante seguir investigando, más en estos tiempos aciagos, porque cuidar tiene implicaciones sociales, económicas, laborales, y repercuten en la salud y el bienestar de quienes cuidan”, concluyó la doctora Juárez Herrera y Cairo.
Ricardo Ambrosio