Las Experiencias Infantiles Adversas (ACE, por sus siglas en inglés) son sucesos estresantes que ocurren en la vida de un niño o un adolescente y que son muy comunes en la mayoría de las personas, ya que han experimentado por lo menos una experiencia adversa durante su infancia, y esto es alarmante, ya que la exposición a estos ACE podría tener efectos de larga duración, tanto en el cerebro como en el cuerpo de un niño, debido a que el estrés ocasionado por una o más de estas experiencias puede llevar a problemas de salud como obesidad, asma, diabetes y enfermedades cardiacas; asimismo, puede afectar el comportamiento, el aprendizaje y la salud mental de los niños.

En los últimos años, la ciencia ha demostrado que el desarrollo del cerebro está dirigido por genes, pero esculpido por experiencias; según el estudio Adverse Childhood Experiences, la exposición a una o más ACE relacionadas con el maltrato representa 54 por ciento del Riesgo Atribuible a la Población (RAP) de depresión, 67 por ciento de RAP para intentos de suicidio y el 64 por ciento del RAP para la adicción de drogas ilícitas; y la exposición a cinco o más ACE se asoció con un aumento de 2, 3, 10 o 17 veces en el riesgo de recibir una receta de ansiolíticos, antidepresivos, antipsicóticos o estabilizadores del estado de ánimo, respectivamente.

Es por esto que, en el marco del Seminario de Investigación del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM, la doctora Diana Patricia Guízar Sánchez, académica de dicho departamento, presentó el tema “Efecto del estrés y el trauma en los primeros años de vida sobre la estructura, función y conectividad cerebral en la vida adulta. Adaptación o patología”, donde habló de la etiología, epidemiologia y del cambio que tienen diferentes tipos de estructuras cerebrales debido a la presencia de estos factores de estrés en la infancia.

Fotografías: Adrián Álvarez

“El maltrato se asoció con una disminución de la centralidad de las regiones involucradas en regulación emocional y capacidad para atribuir con precisión pensamientos o intenciones a otros, y con mayor centralidad en las regiones involucradas en la percepción emocional interna, pensamiento autorreferencial y autoconciencia; también en la red de individuos maltratados, la centralidad se redujo notablemente en el CCA izquierdo, el polo temporal y la circunvolución frontal media, y se incrementó en la ínsula anterior derecha y el precuneus”, indicó.

En la actividad académica realizada en el auditorio “Dr. Octavio Rivero Serrano”, transmitida por YouTube, y moderada por el doctor Ricardo Martínez Tapia, Coordinador de Investigación del Departamento de Fisiología, la ponente mencionó que “el maltrato infantil y la impulsividad son dos factores de riesgo importantes y objetivos de investigación, ya que estudios anteriores han demostrado que están fuertemente asociados con la violencia interpersonal, el comportamiento suicida y la autolesión; y éstos no sólo se quedan en factores psicológicos, sino que provocan cambios estructurales y en la conexión cerebral que después pueden observarse en la parte neuropsicológica, conductual y de interacción”.

Vicky Enrimar