La violencia, como fenómeno social y de salud pública, representa un reto complejo que trasciende fronteras y afecta a millones de personas. Su impacto no sólo se manifiesta en daños físicos, sino también en consecuencias psicológicas, sociales y económicas que transforman profundamente a los individuos y comunidades. Comprender sus causas, factores de riesgo y posibles soluciones desde un enfoque integral es esencial para promover un entorno más seguro y equitativo.
La doctora María Guadalupe Alvear Galindo, académica del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM, expuso el tema “Violencia y Salud Pública” en la vigésima segunda sesión del 2º Ciclo de Conferencias de Ciencias Básicas, organizado por la Coordinación de Comunicación Social, en donde ofreció una perspectiva de cómo la violencia debe ser analizada abarcando factores de riesgo y contextos epidemiológicos.
En la actividad, transmitida por YouTube, la doctora Alvear Galindo indicó que la violencia, reconocida oficialmente como un problema de salud pública por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1996, va más allá de los actos físicos visibles. “La violencia es un término polisémico, con múltiples formas de expresión, que incluye la visible, la cultural y la estructural, que son menos perceptibles, pero igual de dañinas”, explicó.


Los factores de riesgo consideran variables como la educación, el nivel socioeconómico, el sexo y la ocupación. Asimismo, la ponente explicó que el modelo ecológico es útil para comprender la violencia a través de 4 niveles: individual, relaciones interpersonales, comunidad y sociedad.
“Este enfoque nos permite estudiar la violencia no sólo como un acto individual, sino como un fenómeno complejo influido por diversos factores históricos, políticos y sociales”, señaló.

En el ámbito global, la región de América presenta la mayor incidencia de homicidios, seguida por África. En países como El Salvador, Honduras y Venezuela, las tasas superan ampliamente el promedio regional. En México, aunque la tasa es menor a comparación a estos países, los datos son igualmente preocupantes. “En 2022, se registraron 30,895 homicidios en México, con un rango de edad predominante entre los 20 y 34 años. Estos datos reflejan que la violencia afecta principalmente a población joven”, comentó la ponente.
La OMS clasifica la violencia en 3 grandes categorías: autoinflingida, interpersonal y colectiva. Desde la salud pública, el interés se centra en la violencia interpersonal, que incluye la intrafamiliar, de pareja, comunitaria y sexual. “Aunque la violencia intrafamiliar suele asociarse al hogar, también puede extenderse más allá de este espacio, y su impacto se mide tanto en términos físicos como psicológicos”, destacó.


Por otro lado, mencionó otros tipos de violencia menos reconocidos, como las desapariciones forzadas y las fosas clandestinas. “Entre 2015 y 2021, se reportaron 7.11 personas secuestradas por cada 100,000 habitantes y más de 100,000 personas desparecidas en México. Estos datos muestran que la violencia no sólo se mide en homicidios, sino en la afectación profunda a las familias y comunidades”.
Además, la violencia genera costos significativos, tanto económicos como emocionales, para las familias y las naciones. Estas enfrentan empobrecimiento y rupturas, mientras que los países deben destinar recursos considerables para la atención médica y el sistema de justicia.

Para la doctora Alvear Galindo, un aspecto crucial en el abordaje de la violencia es la prevención. “La violencia no debe equipararse únicamente a las enfermedades infecciosas o a los accidentes. Aunque la OMS propone estragias de prevención similares, como el fomento de conductas saludables, debemos recordar que la violencia tiene raíces estructurales y culturales que no pueden ser ignoradas”.
La conferencia finalizó con un llamado a la reflexión sobre la necesidad de abordar esta problemática desde una perspectiva integral, que incluya la prevención, la educación y el fortalecimiento de los sistemas de registro y denuncia. “No debemos reducir la violencia a números; debemos entenderla en su complejidad, considerando sus múltiples manifestaciones y contextos”, concluyó.
Diego García