Enfermedades autoinmunes como el Lupus Eritematoso Sistémico (LES) continúan representando un desafío para la Medicina moderna debido a su complejidad y variabilidad en las manifestaciones clínicas. Esta patología sistémica, caracterizada por un ataque del sistema inmune contra los propios tejidos del cuerpo, puede afectar diversos órganos, desde la piel hasta el riñón, el sistema nervioso y el sistema musculoesquelético.
El término “lupus” proviene del latín y significa “lobo”, debido a las erupciones faciales y de extremidades que presentaban un grupo de pacientes y que simulaban la mordedura de lobo, asociación realizada por científicos desde la Edad Media al siglo XIX. Posteriormente, se agrega el término “eritematoso”, relacionando al enrojecimiento prevalente de las lesiones. Más tarde, se descubrió que no sólo la piel estaba afectada, sino que el daño también se extendía a otros órganos, dando lugar al término “sistémico”.
El LES, cuyo nombre proviene de las lesiones cutáneas que asemejan la mordedura de un lobo (Canis lupus), fue identificado por primera vez en el siglo XIX. Los científicos notaron que algunas personas presentaban erupciones en la cara y extremidades, similares a las mordeduras de lobo. Más tarde, se descubrió que no sólo la piel estaba afectada, sino que el daño también se extendía a otros órganos, dando lugar al término “sistémico”.
En el marco del Día Mundial del Lupus (10 de mayo), la doctora Ana Pamela Guadalupe Marín Hernández, profesora de la asignatura de “Inmunología” del Departamento de Bioquímica en la Facultad de Medicina, expresó que a nivel demográfico, el 90% de las y los pacientes con LES son mujeres, principalmente entre los 20 y 40 años. Aunque menos común, también se puede presentar en niños y adolescentes, representando entre el 10% y 20% de los casos. Además, la prevalencia es mayor en personas afroamericanas, hispanas y de raza negra.
Asimismo, destaca que esta enfermedad no tiene una causa única identificada, sino que resulta de la interacción de factores genéticos y ambientales. A medida que la ciencia avanza, se han descubierto múltiples polimorfismos de un solo nucleótido y alteraciones genéticas que predisponen al desarrollo de esta compleja patología. Estos genes están implicados en procesos clave como la presentación de antígenos, la activación de linfocitos B y T, el proceso de apoptosis y el aclaramiento de cuerpos apoptóticos e inmunocomplejos, entre otros. Además, se han identificado mutaciones que generan deficiencias en proteínas del sistema del complemento, lo que incrementa la susceptibilidad a la enfermedad.
A estos factores genéticos se suman elementos ambientales que actúan como desencadenantes. Entre los más destacados se encuentran las infecciones virales, el uso de anticonceptivos con estrógenos, la exposición a la luz ultravioleta, el tabaquismo, el contacto con pesticidas y otros contaminantes, el estrés crónico y una dieta poco equilibrada.
Síntomas variados y progresión impredecible
El LES puede afectar cualquier órgano o sistema del cuerpo, lo que complica tanto su diagnóstico como su tratamiento. Entre los signos y síntomas más característicos se incluyen úlceras orales recurrentes, lesiones cutáneas eritematosas, pérdida anormal de cabello, inflamación en las articulaciones, convulsiones, alteraciones cognitivas, dolor de cabeza, entre otros. En términos de laboratorio, las y los pacientes pueden presentar trombocitopenia, anemia hemolítica, leucopenia, linfopenia y alteraciones renales o hepáticas, explicó la doctora Marín Hernández.
La progresión de los síntomas varía considerablemente entre las y los pacientes, lo que obliga a un seguimiento médico constante y una atención multidisciplinaria para prevenir complicaciones graves.
Estrategias para reducir el riesgo y mejorar la calidad de vida
Aunque actualmente no existe una forma efectiva de prevenir el desarrollo de LES, indicó que recomiendan una serie de medidas para minimizar los factores de riesgo y evitar la exacerbación de la enfermedad. Entre ellas, el uso regular de protector solar para prevenir el daño por radiación UV, la vacunación actualizada para prevenir infecciones, evitar el tabaquismo, mantener una dieta balanceada y realizar actividad física regular.
Para aquellos que ya han sido diagnosticados, resaltó que la adherencia al tratamiento prescrito por el reumatólogo y el seguimiento médico periódico son esenciales para evitar complicaciones graves y mejorar la calidad de vida. En mujeres con LES que desean embarazarse, la planificación médica y el manejo multidisciplinario son clave para asegurar un proceso gestacional seguro, considerando que no todos los tratamientos inmunosupresores son compatibles con el embarazo.
Avances en el tratamiento del LES
La doctora Marín Hernández destacó que gracias a los avances tecnológicos y científicos, el pronóstico de pacientes con LES ha mejorado significativamente en las últimas décadas. Actualmente, más del 80% pueden llevar una vida prácticamente normal con las medidas adecuadas para su cuidado. Mientras tanto, la comunidad médica y científica sigue trabajando arduamente para encontrar una cura o lograr un mejor control para esta enfermedad multifactorial, acercándose cada vez más a ese objetivo.
“Afortunadamente, gracias a los avances científicos de investigación que vamos teniendo en el campo de la Medicina, actualmente contamos con más terapias que están en estudio, algunas ya están prácticamente por salir, otras están en investigación para poder mejorar ese control de la enfermedad, esa calidad de vida de nuestros pacientes y sobre todo para poder contribuir a que ellos tengan un rayito de esperanza en vivir mejor con este tipo de tratamientos y de innovaciones para el lupus”, concluyó.
Jorge Ugalde